martes, 30 de junio de 2020

LOS ESPÍRITUS TAMBIÉN SUFREN HERIDAS

Foto: J.X.

Cuentan los espíritus que ellos se limpian el resto que les queda de alma (el otro resto quedó enfangando en la tierra) utilizando las hojas y el agua de los ríos y fuentes del bosque.
Las heridas se las hicieron, dicen. mientras andaban por ahí abajo, pisando en cuerpo y alma las calles y caminos encharcados del mundo.
¿Aún tenéis piel humana y no han cicatrizado las heridas?, pregunta él.
No tenemos ni cuerpo ni piel, sino algunas de esas heridas tan profundas que no desaparecen del resto de alma que llevamos dentro del espíritu, y por eso debemos seguir cuidándolas, lavándolas. Es por si acaso. Se pueden volver a abrir al menor descuido, y, en esos casos, sangraríamos como si tuviéramos piel, responde el espíritu que resbala con los pétalos de las flores.
También aquí, en el bosque de los espíritus, hay que estar atentos a los sanguinarios que suben de abajo y quieren vengarse, más aún, de las flores y las novias muertas, reabriendo así las heridas de los espíritus que nos protegen, piensa él.

lunes, 29 de junio de 2020

LA LLAVE, Y UN NOMBRE


Foto: J.X.

Ayer volvió a la Isla II del Cementerio marino, lugar de la estancia de la novia muerta, y le hizo entrega de la nueva rosa blanca, como cada sábado.
De pronto, aparecieron en la Isla dos muchacha gitanas. Una de ellas se dirigió a él, decidida, y le preguntó si podía dejarle la llave para abrir el nicho de un familiar, porque ella había perdido su llave y en la oficina del cementerio no disponían de ninguna.
(Hay que recordar que esas llaves son universales, es decir, que con una misma llave se pueden abrir los otros nichos del cementerio.)
Él, un poco perplejo y dubitativo por la situación, les respondió que sí, que les dejaba la llave y las acompañaría. Preguntó absurdamente si su nicho familiar quedaba lejos de la Isla II donde él se encontraba. Le respondieron que no, que estaba muy cerca.
Una vez allí, la muchacha gitana que le había pedido la llave se subió a una de esas largas y pesadas escaleras de hierro, transportables, que hay en los cementerios para acceder a los nichos altos.
Abrió la puerta de cristal del nicho, limpio el polvo de la lápida y de la puerta, y volvió a cerrarla (dejó dentro un par de flores de plástico que ya estaban allí, por si un día el nicho se quedaba sin flores frescas, advirtió, previsora). Desde abajo, la otra muchacha dijo: “Rebeca, ten, las flores”. Ella, Rebeca, depositó el ramo de flores en uno de los dos vasos exteriores, fijados en el marco de la puerta del nicho, y bajó de la escalera.
Se acercaron a él, que se había resguardado del sol bajo un árbol, un poco más allá, y le devolvieron la llave, dándole las gracias por la ayuda.
Él aún estaba sorprendido por el nombre. Había sentido un fuerte estremecimiento al escuchar el nombre de Rebeca, que era como se llamaba la novia muerta. También le extrañó un poco que una mujer gitana se llamara Rebeca, y no Antonia, Lola, Carmen o Manuela. Pero disimuló y no les dijo nada.
Pero al regresar a la Isla II, cada vez más intrigado, sintió la necesidad de hablar con ellas y comentarles la coincidencia del nombre, y fue a buscarlas.
Sin embargo, ya no las encontró. Aquel lugar del cementerio estaba muy solitario, como si aquellas dos gitanas, Rebeca y la otra muchacha, no hubieran estado allí. Quedaba el testimonio de la lápida, en cuyo nombre él se había fijado, y también el ramo de flores blancas y la escalera de hierro.
Una semana antes, había coincidido con un entierro gitano frente a la entrada misma de la Isla II, el lugar donde las rosas blancas hablan con la novia muerta, Rebeca.

domingo, 28 de junio de 2020

PLEGARIA DE UN ESPÍRITU QUE DESAPARECIÓ DEL BOSQUE UNA NOCHE DE VERANO


Foto: J.X.

No quiero a nadie que me quiera.
No quiero que nadie me espere.
No quiero a nadie que piense en mí.
No quiero que nadie me recuerde.
No quiero a nadie que me mire.
No quiero que nadie me acompañe.
No quiero a nadie que me ayude.
No quiero que nadie esté a mi lado.
No quiero a nadie que me espere.
No quiero que nadie me quiera.
No quiero a nadie que viva mi muerte.
No quiero a nadie..., no quiero que nadie...
No quiero compartir la muerte de la novia muerta.
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Cuentan que este espíritu del bosque rezaba esta plegaria cada noche, cada mañana.
Quiso desaparecer sin hablar con nadie, sin decir nada más. No quería compartir la desesperación con que vino al bosque.
Pesaba demasiado la desesperación.
Era una desesperación que traía desde abajo.
Pesaba demasiado, no se sentía bien ni con nosotros, y se fue del bosque, desapareció, cuentan los otros espíritus.


sábado, 27 de junio de 2020

POEMA ANÓNIMO SOBRE LA LIMPIEZA DE LOS ESPÍRITUS


Foto: J.X.

Poema anónimo encontrado en el bosque de los espíritus, colgado de las ramas de un árbol.

Te lavan al nacer.
Y luego te advierten:
Tienes que lavarte para ir a la escuela,
tienes que lavarte para ir al trabajo,
tienes que lavarte para ir de fiesta,
tienes que lavarte para casarte,
tienes que lavarte para ir al hospital.
En resumen: tienes que lavarte para vivir.
Pero no tienes que lavarte necesariamente para hacer el amor (aunque esto sea recomendable, y más en esos lugares civilizados donde la dejadez es tradición).
Ni tampoco, por muy previsor y angustiado que seas, podrás anticiparte a la muerte y lavarte a tiempo (a no ser que seas tú quien decida el día de la muerte, y, antes de morir, tengas ánimos para lavar aquello que vas a destruir, el cuerpo).
En consecuencia:
Si te lavan al nacer.
Si no es estrictamente necesario lavarse para hacer el amor.
Si te lavan y te embellecen al morir para quitarte el color de la muerte y agradar a los vivos que vayan a observarte (previo pago),
¿por qué hay que lavarse para sobrevivir y soportar la vida cotidiana en las calles y ciudades de este sucio mundo?
.....................................

Este poema lo escribió en su vida anterior uno de los espíritus del bosque, explica el espíritu que ahora bebe una cerveza..
¿También hay espíritus sucios?, pregunta él.
Sí, pero están en otro lugar, muy lejos, un lugar que no conocemos. Cuando un día se vuelven transparentes, entran como uno más en el bosque de los espíritus, y nadie les pregunta de dónde vienen, responde el espíritu que toca una melodía con dos ramas de álamo.

viernes, 26 de junio de 2020

LA MIRADA


Foto: J.X.

Los ojos cerrados, cada vez más cerrados, yéndose la mirada, día a día.
Ahora los ojos muy cerrados, pero no despidiéndose aún.
Todavía no.
Hasta que, de pronto, los ojos se abren de una forma desmedida, espantosa, como jamás se habían abierto. Como un grito de silencio que resuena y resquebraja las paredes de la habitación del Hospital: la última mirada.
Es la despedida, la mirada desgarradora, la última mirada, que nunca sabremos qué veía, qué miraba.
Al cerrar esa mirada, esos párpados, esos ojos, es tanta y tan infinita la tristeza de él, que la vida se le cae de las manos y se queda en la oscuridad absoluta, sin mirada, como ciego.

(Días después, en el bosque de los espíritus.)
Ten, se te ha caído esta mirada y la he recogido.
Si quieres, te la cambio por una flor, por una rosa blanca que habla y convida a las novias muertas a soñar en el bosque, dice el espíritu que resbala con las flores.
Él, agacha la cabeza, sin decir nada.
Cambia la última mirada, la más honda y espeluznante, la más misteriosa, por esa rosa blanca cuyo aroma atrae las últimas miradas de las novias muertas y las conduce al refugio del bosque de los espíritus.


miércoles, 24 de junio de 2020

HAY QUE QUERERLO, AUN SIN ENTENDER


Foto: J.X.

Hay que seguir.
¿Hay que seguir?
Enfrente, una encrucijada de caminos.
¿Hacia dónde hay que seguir?
¿A la derecha, a la izquierda?
Hacia arriba.
¿Seguro? No puedo, no tengo alas.
Tampoco los espíritus tenemos alas,
no somos pájaros ni ángeles.
¿Entonces?
Nadie ha dicho de volar, no se trata de eso.
Hay que ir hacia arriba, mirando, dejando que la mirada se escape de los ojos y que lo contemplado tire de ti por arriba.
Como una contemplación, como una visión que te absorbe desde arriba. Que te retiene arriba, sin un porqué.
Hay que quererlo. Pero hay que quererlo sin preguntar.
Como se quiere a una novia muerta.
Como la rosa blanca cuyo aroma habla con ella y la despierta.
Hay que quererlo, aunque no se entienda.
Hay que sentirlo, aunque no se pueda decir con palabras.
Como la tristeza de salir a la calle cuando se ha recorrido demasiada muerte.
Como el rapto de la novia muerta, que es rescatada y llevada al refugio del bosque de los espíritus. Con nosotros.
Hay que quererlo, aun sin entender.
Como la voz que resuena en el interior de una piedra.
Un rumor de hojas frescas viene del río, por arriba, atraviesa tu infancia, desciende por calles húmedas y caminos solitarios, hasta lo más profundo, hasta lo más bajo, pero vuelve a subir y, al fin, el frescor te alcanza en medio del alma.
Es la brisa del bosque de los espíritus. Donde nos hemos refugiado. Donde permanece todo lo perdido más abajo.


martes, 23 de junio de 2020

CUENTO DE AMOR MÁS ALLÁ DE LA MUERTE


Foto: J.X.

Se oye el crujido de una rama.
La ha pisado sin querer el espíritu que resbala con las flores, que viene a leernos un cuento.
El resto de los espíritus, la novia muerta y él se sientan a su alrededor y escuchan el cuento. (Los espíritus, entre otras cosas, también pueden sentarse.)

DOS VIDAS

Eran dos niños que se querían, un día los separaron, y murieron. Los sepultaron en el mismo cementerio, en nichos distintos. Los días pasaban y la gente murmuraba: los dos niños salían de las tumbas a pleno día, jugaban y seguían queriéndose. Era un escándalo para los vivos.
Al final, la gente del pueblo decidió tapiar con más tierra y cemento las dos tumbas. Y los dos niños ahora ya no salen a quererse bajo el sol.
Pero corren rumores de que siguen viéndose en un lugar más apartado, detrás de las montañas, y que siguen jugando y queriéndose pese a la muerte.
..................................

Todos los espíritus y la novia muerta se emocionan al finalizar el cuento.
También él.
Todos se sienten como enamorados, como si vivieran dentro del cuento que acaban de escuchar.


lunes, 22 de junio de 2020

CUANDO LAS PALABRAS SE VUELVEN SILENCIO


Foto: J.X.

Esta palabra es un silencio.
Con esta palabra se añade otro silencio a la frase.
La frase aún no está escrita.
El silencio se ha anticipado.
La frase sí que estaba escrita y se componía de ocho palabras, pero el silencio se ha anticipado.
No es que las haya borrado.
Las ha convertido en silencio.
Ocho silencios.
Ocho silencios bastan para vivir o para morir.
También un silencio es suficiente.
Para vivir o para morir, basta medio silencio.
Menos aún, menos aún.
No eran necesarias las ocho palabras, los ocho silencios.
Bastaba con uno, o menos todavía.
Para vivir, para morir.
Una vez dicho, ya era bastante.
Una vez callado, era suficiente.
El silencio, una vez dicho, no se puede borrar, no se puede corregir.
Es inútil cualquier intento.
Tan inútil como este poema, que palabra a palabra, verso a verso, se vuelve silencio.

Los espíritus mueven la cabeza, señalando que las palabras no suenan bien hoy en el bosque. Bajo el peso del silencio, las palabras no resisten, quedan abolidas, se vuelven silencio. ¿Cuánto pesa este silencio?
Los espíritus no lo dicen, tampoco lo callan, simplemente indican, sin palabras, que algo no van bien hoy.
Los espíritus del bosque no señalan otra cosa.
Él tampoco señala nada, tampoco añade ni medio silencio más a todo este silencio.
El corazón de la novia muerta en la boca, disolviéndose como una píldora bajo la lengua, sangrando.
No resuena ninguna voz en el interior de una piedra.
Es el silencio.
Tal vez mañana, en el bosque..., un rumor, el crujido de una rama.

domingo, 21 de junio de 2020

HISTORIA DE UNA SOLEDAD


Foto: J.X.

Convoca a los espíritu del bosque, junto a un arroyo. Hoy quiere ser él quien les cuente una historia, un cuento de amor.
Asisten a la reunión todos los espíritus del bosque, excepto uno, el espíritu bebedor de cerveza, que ha salido a buscar a una novia muerta cuyas cenizas, tristes aún, han sido depositadas en el mar, entre unas flores. Quiere rescatarla e invitarla a venir al bosque. Raptarla del mar.

Volviendo al cuento, comienza así:

HISTORIA DE UNA SOLEDAD
Dicen que, a partir de un día determinado, el día en que le subió un exceso de tristeza a los ojos, creció solo, estudió solo, se enamoró solo, hizo el amor solo, trabajó solo, viajó solo, regresó solo, envejeció solo, enfermó solo y murió, solo.
Cuentan que lo llevaron directamente del hospital al cementerio, tan solo como había vivido (no quería ningún velatorio ni funeral). Una vez alojado allá, sonreía en la tumba y desde más allá, a solas como siempre.
Pero había algo que nadie sabía. Esta vez, en realidad, no estaba solo en la tumba, como se creía: tenía escondida una flor en la mano derecha, que tuvo la oportunidad de coger de una mesa y ocultarla bajo el camisón antes de que llegaran los servicios funerarios al hospital.
Solo, pero con una flor que no se marchitaba en la mano, y que perfumaría después la residencia de los muertos.
Gracias a una exhalación de ese perfume fue descubierto por un espíritu y rescatado. Una noche lo raptaron y se lo llevaron al bosque de los espíritus.
Allá, en el bosque, volvió a encontrar todo lo que le faltaba, todo lo que añoraba. Allá reencontró toda la belleza que le habían robado en vida. Ya nunca más estuvo solo.

Todos los espíritus aplaudieron al finalizar el cuento, excepto el espíritu bebedor de cerveza, que no había podido asistir a la lectura del cuento, y que ahora, justamente, acababa de llegar al bosque del brazo de la novia muerta, a la que había ido a rescatar para que ya no estuviera sola con las cenizas en el mar.
Ella tampoco ya no estaría más sola ni triste.


sábado, 20 de junio de 2020

DE INCÓGNITO


Foto: J.X.

Les digo a los espíritus que hoy he bajado del bosque a la ciudad, de incógnito (con la mascariila puesta), y sin hablar con nadie.
He ido a la Isla II del Cementerio marino (Poble Nou). Las dos rosas blancas, que llevé la semana pasada, estaban bastante marchitas, una de ellas deshojada por la lluvia y el viento del otro día.
He abierto la puertecita de cristal y he visto la telaraña que se estaba formando junto a la lápida de la novia muerta, donde hay ocho versos grabados de Emily Dickinson. He destejido la telaraña con una hoja seca, y luego he vuelto a cerrar la puertecita de cristal (me he disculpado con la araña, que ha salido corriendo de allí).
Hoy no he llevado ninguna flor, ni tampoco hemos brindado con botellines de cava ni de cerveza. Ya he dicho que iba de incógnito, con la mascarilla. Ella al principio no me reconocía, aunque luego, sí, ha visto que era yo, con la máscara del Zorro puesta, como en un tebeo, ha bromeado.
Luego, me he dedicado a recoger jarrones de flores del suelo, uno de ellos roto, que el viento había tirado, y algunos ramos de flores, sin jarrón, que también habían sido arrojados al suelo. Como no tenían nombre, los he depositado al pie de las lápidas que estaban más cerca. Me ha gustado hacerlo, como si fuera un jardinero recogiendo jarrones y ramos de flores para los difuntos.
Al despedirme de la novia muerta, le he contado el trabajo hecho con las flores tumbadas por el viento.
En uno de los parterres que hay en la Isla II del cementerio (son dos lugares separados llamados “Islas”, la I y la II, a las cuales se accede por un breve corredor con arco), en uno de esos parterres donde hay arbustos, plantas y flores, he descubierto unos cactus de hojas preciosas, de silueta oscura, entre dentada y granulosa, que son de la misma familia que los que han crecido, misteriosamente, en una maceta del balcón de nuestra casa, sin que nadie los haya plantado -les cuento todo esto a los espíritus del bosque.
Lo que sorprende a los seres humanos a nosotros no nos sorprende, indica uno de los espíritus.
Mañana volveré a bajar a la ciudad y llevaré una rosa blanca, les digo.
Te acompañaremos e iremos a ver los cactus después de entregarle a ella la rosa blanca, dice el espíritu que resbala con las flores.


viernes, 19 de junio de 2020

UN CUENTO DE AMOR DE LOS ESPÍRITUS


Foto: J.X,

Éste es un cuento de pocas palabras narrado por el espíritu que resbala con las flores:

Cuentan en el bosque que hubo una vez un niño que por resentimiento a la muerte, dolido por la herida que mató a una niña, se resintió de la muerte y la maldijo toda la vida. Por la niña, por la novia muerta, maldijo a la muerte y se resintió de la vida.
Muchos años después, murió de tristeza. Cuando la muerte fue a reclamar, satisfecha, a quien ya había vivido demasiado tiempo doliéndose, maldiciendo y pecando, no lo encontró donde debía estar.
No encontró al culpable por maldecirla, al hombre que había pecado por resentimiento. No encontró al hombre, sino a un niño muerto por amor.
Aquel hombre había muerto siendo un niño, un niño que se había negado a crecer, por amor, desde la muerte de aquella niña.
No existía, por lo tanto, un hombre pecador entre las manos de la muerte, sino un niño muerto de amor.
Cuentan que la muerte arrastra su propio resentimiento por el fracaso de los dos niños muertos. Que la muerte anda atada a una cadena enorme que va sangrando por todos los caminos de pueblos y bosques por donde pasa.

jueves, 18 de junio de 2020

POR VEZ PRIMERA


Foto: J.X.

Por vez primera en la vida, la tristeza ha ocupado todo el cuerpo, toda el alma. No ha dejado ningún espacio vacío, dice él.
Cuando la tristeza lo invade todo y te quedas sin un lugar habitable, sin un espacio, vacío de tristeza, en que vivir, ya no estás en ninguna parte, comenta uno de los espíritus.
Ya no sabes dónde estás, como si te hubieras tirado de cabeza por el precipicio y no llegaras nunca al fondo del abismo.
Simplemente, ya no estás, y sigues bajando, bajando, reventando de tristeza, salpicando las piedras y las flores de la pared del precipicio, pero sin tocar fondo, sin llegar al fondo del abismo, añade el espíritu que resbala con las flores.
Salpicaduras de tristeza en todas partes, salpicaduras de tristeza en ninguna parte.
Además, en el fondo del abismo no hay un almacén con cajas de botellas de cerveza para reducir la ocupación de la tristeza, apunta el espíritu bebedor de cerveza atemporal (ni fría ni natural o del tiempo).



miércoles, 17 de junio de 2020

UN OJO MÁS TRISTE QUE EL OTRO

Foto: Retrato de Judith Xifré,, del pintor Pere Gastó

Durante un paseo por el bosque, él pregunta a los espíritus qué cantidad de tristeza tuvieron que soportar durante su estancia en la tierra.
Ellos responden que en general los espíritus apenas recuerdan su paso por la tierra. Todo queda muy vago y lejano, también el dolor. El bosque de los espíritus ha curado el peso y el paso de la memoria por la tierra.
No obstante, uno de los espíritus explica que él sí recuerda, de su vida en la tierra, no la cantidad exacta ni el peso de la tristeza, sino que hubo un tiempo en que tenía un ojo más triste que el otro.
Los primeros días, algunas novias muertas, antes de llegar al bosque, también tienen más tristeza acumulada en un ojo que en el otro, añade otro espíritu.

martes, 16 de junio de 2020

PASEANDO ENTRE LAS MALAS HIERBAS DEL BOSQUE

Fotografía: J.X.

Esta mañana, él y los espíritus del bosque pasean del brazo de las novias muertas que han sido raptadas a la muerte.
El espíritu que resbala con las flores, anima el paseo contando algunas aventuras del bosque.
Por ejemplo, cuenta uno de los juegos de los espíritus: jugar a nubes y estrellas con los polluelos de las aves que aún no saben volar.
También explica de qué modo hacen volver a los caracoles que, los días de lluvia, se desvían de su dominio de hierbas y se pierden por una senda desconocida: ellos los sacan del camino, donde corren el riego de ser pisados,y los trasladan con hojas marchitas a sus lugares de origen, entre las hierbas. Asimismo, acompañan a las liebres asustadizas y a los conejos huérfanos que son sorprendidos por una tormenta.
Habla del destino triste de las denominadas malas hierbas, algunas de cuyas semillas son llevadas del bosque a la ciudad por la acción del viento o de algún pajarillo.
De este modo, sin quererlo, son arrojadas a las macetas y florecen clandestinamente en balcones y ventanas.
En alguna maceta con malas hierbas crecen unas flores esplendorosas. Hasta que los ciudadanos descubren demasiada belleza en las macetas de sus casas, entre las plantas y las flores hogareñas, y arrancan las malas hierbas y sus flores. Exterminan la belleza intrusa, silvestre, en beneficio de las plantas y las flores de invernadero que han adquirido en una tienda, explica el espíritu que resbala con los pétalos de las flores.
Los demás espíritus confirman lo narrado y se solidarizan con el destino triste de las malas hierbas.
Él y las novias muertas escuchan con atención mientras pasean del brazo con los espíritus. De vez en cuando, manifiestan su admiración y sonríen ante el interés que muestran los espíritus del bosque por las aventuras de las malas hierbas y sus flores, por los polluelos que no vuelan, las liebres asustadizas, los conejos huérfanos y los caracoles perdidos.



lunes, 15 de junio de 2020

UN POCO MÁS...



Foto: J.X.

Poco más que decir.
Poco más que contar, que cantar. Poco más.
Sin embargo, por este poco más, habrá que seguir diciendo un poco más. Contar un poco más. Cantar un poco más lo bueno y lo malo de cada instante, aunque el canto sea al final un silencio sostenido, un canto de silencio. Un poco más de silencio.
Un poco más en la calle, en el mar, en el bosque.
Un poco más en las aceras. Un poco más, bajo la sombra de los árboles y entre las flores. Un poco más.
Un poco más en la tierra, escuchando las voces que a veces resuenan en el interior de las piedras.
Un poco más de vivir, un poco más de desvivir.
Un poco más, un poco más...


domingo, 14 de junio de 2020

BAJANDO A LA CIUDAD DE LOS CUERPOS


Foto: J.X.

Habla con los espíritus y les dice que hoy, por fin, ha bajado a la ciudad y ha podido cruzar la puerta del cementerio -que, por la pandemia, ha estado cerrada al público visitante hasta hace pocos días-, y entregar la rosa blanca.
En realidad, hoy han sido dos rosas blancas, adquiridas en otro sitio, un puesto de flores de las Ramblas. Después de tantos días de confinamiento, temía que no estuviera el kiosquero de las flores a las 10 de la mañana, a la entrada del cementerio, como cada fin de semana. Pero sí que estaba, fiel a las “flores vestidas” para los muertos, como las denomina el florista.
En esta ocasión no ha sido posible sacar un botellín y dos copas y brindar en la Isla con la novia muerta. Enfrente mismo del arco que da a la Isla II del cementerio marino, se estaba celebrando un entierro gitano, con numerosos parientes y amigos, y con estremecedores gemidos y llantos de las mujeres gitanas, hasta que ha comenzado la prédica del pastor.
Por respeto y emoción, hemos dejado el brindis para otro sábado. Tampoco he abandonado la Isla, cuya salida estaba abarrotada de gente, hasta que el pastor ha finalizado la prédica y sobre el lugar ha descendido un inmenso silencio religioso.
He salido mirando al suelo, como si fuera un intruso, el único intruso del cementerio. Ellas y ellos, todo el clan de la Madre, de la “Mama” gitana cuya muerte despedían con un dolor desgarrador, no podían saber nada de la novia muerta que se aloja cerca de allí, en la Isla de enfrente, junto a dos rosas blancas, concluye él.
Bien hecho, rosas blancas perfumando la estancia de allá, en la ciudad de los cuerpos, y penetrando hasta aquí, en el bosque de los espíritus, donde permaneceremos juntos, con la novia muerta a nuestro lado. Iremos con las flores de un lugar a otro, de una estancia a otra, invadiendo con más flores los caminos de los bosques, llenando de flores todas las calles y alojamientos por donde pasemos, custodiando a la novia muerta sin ser vistos ni oídos por nadie, anuncian los espíritus del bosque.
Él escucha y no dice nada.
Resuena una voz en el interior de una piedra cubierta de musgo.


sábado, 13 de junio de 2020

CUANDO LA TRISTEZA SALE DE TODAS PARTES


Fotos: J.X.

La tristeza sale de la ropa, de los cajones de los armarios, de los platos, de los vasos, de las rendijas de las mesas, de las patas carcomidas de las sillas, de las paredes. Sale de cualquier rincón de la casa.
Sale de todas partes.
Sale de todas partes, y sin embargo vuelve a acumularse en todas partes.
Es la tristeza. Una tristeza larga, honda, interminable, dice él.
Ya de niño y de joven, él había deseado volver a casa y no encontrar a nadie. Estar solo. Que no hubiera nadie en casa que le esperase al llegar, nadie que le observara y le mirase a los ojos. Que no hubiera nadie en casa que le preguntara. Que no hubiera nadie que escuchase sus palabras, el tono de su voz. Que no hubiera nadie.
Hoy, sin embargo, cuando vuelve a casa, es él quien desea preguntar y mirar, hallar una mano y escuchar unas palabras. Pero no encuentra a nadie. Sólo la tristeza, que le sale al encuentro desde los rincones más inverosímiles, y le hace saber que en casa ya no hay nadie. Que nunca más habrá nadie.

Por eso os hemos raptado y traído al bosque de los espíritus, a ti y a la novia muerta, donde la tristeza es absorbida por las flores y desaparece entre las raíces de los árboles y del musgo. Un poco más allá, a la sombra de una roca, espera la rosa blanca, la flor que se inclina y vela el sueño de las novias muertas, la flor cuyo aroma habla con ellas cuando despiertan con el canto de los pájaros, explica uno de los espíritus del bosque.



viernes, 12 de junio de 2020

DE LOS INFIERNOS AL BOSQUE


Foto: J.X.

El problema de bajar a los infiernos, por curiosidad, como han hecho a lo largo de la historia, algunos poetas y artistas; o por necesidad, como hizo Orfeo tocando la lira y cantando para rescatar a Eurídice, se plantea después, al ascender.
Ante lo escarpado y las tentaciones que cubren de hojas y de musgo el camino de subida, para disimularlo, los vigilantes del abismo intentan confundir a los caminantes, haciéndolos resbalar de nuevo hacia abajo, como me ocurrió una vez a mí, confiesa el espíritu que resbala con las flores, desde entonces, añade.
Como dijo un Sumo Pontífice: “El cielo no es un lugar físico entre las nubes, y el infierno tampoco es un lugar”, comenta una voz lejana del bosque.
No hay que bajar, no hay que descender a ningún lugar para curiosear o vivir las fiestas grotescas que se cuecen en los infiernos: están en casa o al lado de casa, a la vuelta de la esquina o cruzando una frontera. Los infiernos están aquí mismo, en nuestra querida tierra diabólica, explica otro espíritu, el bebedor de cerveza.
Estamos mejor aquí, en vuestro bosque, en el bosque de los espíritus, custodiando la estancia de la novia muerta, entre las flores y el rumor de las hojas, bajo el manto de plumas que dejan caer los pájaros desde los árboles, para abrigarle el sueño, dice él.
Mientras tanto, esperaremos que se rompa el confinamiento de las flores de la ciudad, y podamos volver a la rosa blanca cuyo aroma habla con las novias muertas, pronostica otro de los espíritus.
También podríamos quedarnos en el bosque de los espíritus para siempre, y bajar a la ciudad un día a la semana, los sábados, para adquirir la rosa blanca que viste con un rama el kiosquero del cementerio, indica el espíritu que resbala con las flores.
En lugar de descender y ascender de los infiernos, bajaremos y subiremos, de la ciudad alocada y resquebrajada, al bosque de los espíritus, donde las novias muertas, al despertar bajo la sombra de los árboles, nos invitarán a bailar un vals, que no será nunca el último vals, anuncia una voz que resuena en el interior de una piedra.


jueves, 11 de junio de 2020

AQUELLA NOCHE DE PENA Y PERRO, BAJO LA LLUVIA

Fotos: J.X.

Siguiendo el rastro del dolor, vemos que el camino no va en línea recta, de un extremo al otro.
Es más bien sinuoso, un camino torcido, con subidas y bajadas serpenteantes, con recodos llenos de plantas venenosas, junto al abismo.
Hay que averiguar dónde hay un lugar de luz, un lugar de reposo entre los dos extremos, y preguntar si es posible hacer un alto en el camino laberíntico.
Para que se recuperen el cuerpo y el alma de todo lo andado en vano.
Ha comprendido demasiado tarde que extraviarse por algunos atajos y querer traspasar el límite, los confines del camino, no le ha llevado a ninguna parte, sino a triplicar la cantidad de soledad, a desandar lo andado, una y otra vez.
Semejante a un perro solitario que, al regresar, al volver a casa, después de mucho vagabundear de un lugar a otro, sin destino, no encuentra la casa, sino la sepultura de quien más quería.
Y, desconsolado, más solo que nunca, se acuesta a su lado, con el hocico húmedo entre las flores y las piedras, día y noche, hasta que muere de tristeza.
Una tristeza infinita, como la de un poema que contara el amor y la muerte de una niña perdida y un niño vagabundo, extraviados en un camino oscuro, sin lugar de luz, donde caen muertos bajo la lluvia, en una noche de Pena y Perro.


miércoles, 10 de junio de 2020

NO PIERDAS EL RASTRO


Foto: J.X.

Después de la palabra.
Después de la elegía y el lamento.
Después de la oración y la plegaria a Nadie, en el bosque de los espíritus.
Después del silencio, se inclinan las flores marchitas de la resignación y crece la “aceptación del dolor”.
La aceptación del dolor por la novia muerta, obligada a dejar abandonada la casa, su casa.
Cuando los espíritus la encontraron en el cementerio marino, la raptaron y se la llevaron a su bosque, al bosque de los espíritus.
Unos instantes después, lo raptaron a él, que andaba vagabundeando por las aceras y atajos del abismo.
Ahora ambos están albergados en el bosque de los espíritus.
Una buena noticia espiritual, dice una voz lejana.
Anuncian los espíritus entendidos, los más viejos del lugar, que, incluso en los infiernos, hay una salida de emergencia para llegar al bosque, y dejar los infiernos atrás. Cuya puerta supo abrir el canto de Orfeo para rescatar a Eurídice (aunque, por impaciencia, vuelve a perderla al mirar hacia atrás para contemplarla), comenta la misma voz lejana.
En cada rincón, un rastro de ausencia. En cada rincón.
Un rastro de ausencia que no conduce a ninguna parte.
No te olvides de nosotros, indica uno de los espíritus.
Cuando pierdas el rastro de la novia muerta, cuando pierdas el rastro, acuérdate del bosque de los espíritus, y de la voz que resuena en el interior de la piedra.


martes, 9 de junio de 2020

EJERCICIOS DE RECUPERACIÓN


Foto: J.X.

Si no te mantienes firme y a la vez flexible y elástico en los movimientos...
Si pierdes pie y te desequilibras sobre el alambre de las palabras, el funambulista caerá de bruces al suelo, contra la pista de este circo llamado vida.
El atropello está asegurado por parte de los agentes del abismo, que utilizarán todo los medios a su alcance para romperte, no sólo las piernas -para dichos agentes del abismo esto es lo de menos: no les basta con un buen golpe en las rodillas-..., sino que irán directos al corazón y a desgarrarte el alma por los cuatro costados más delicados.
Tardarás en curarte de las lesiones, y no sabemos, ni siquiera los espíritus, cuándo podrás volver a hacer nuevos ejercicios de recuperación del alma, advierte el espíritu que resbala con las flores.
Parece un poco exagerado y una parada de monstruos el circo que nos traes hoy al bosque, ¿no?, replica otro espíritu, el que bebe cerveza a cualquier temperatura.
Él escucha a los dos espíritus. Calla, sigue escuchando. No tiene nada que decir, aunque al final les pregunta:
¿Y si además me parten las piernas, como vulgares sicarios de película?
Entonces, doble recuperación: la del cuerpo y la del alma.
Una voz casi inaudible resuena en el interior de una piedra:
Tiempo. Más tiempo entre las flores marchitas, hasta recuperar la rosa blanca cuyo aroma habla con la novia muerta.


lunes, 8 de junio de 2020

A MODO DE PLEGARIA DICHA EN EL BOSQUE DE LOS ESPÍRITUS


Foto: J.X.

Un instante después, ya no será posible.
Ya será tarde.
Demasiado tarde.
Será demasiado tarde.
Un instante después, ya será demasiado tarde.
Imposible modificar una frase, corregirla.
Imposible decir una palabra más o una palabra menos.
Un instante después, no será posible que hable el silencio.
Reducir el silencio con otra palabra, ya no será posible.
También aquel día era ya demasiado tarde.
Un instante después, el silencio ya no hablaba, sólo se ampliaba, se hacía cada vez más grande, como un abismo sobre el que goteaban las venas abiertas de la ausencia, en un vacío incurable.
Día y noche goteando, derramándose la sangre de la ausencia, abismo abajo.
Hasta que un día, al anochecer, un espíritu los rescató del lugar donde sangraba la herida mortal, y se los llevó, a él y a la novia muerta, hasta el bosque de los espíritus, donde conviven todos juntos, desde hace meses, con los árboles y las flores. Sin sangre derramada.
Hablando otra vez el silencio, resonando de nuevo una voz en el interior de las piedras.
Desde aquí, escuchamos el rumor lejano de los ríos y las ramas de los chopos blancos, cuya brisa nocturna nos trae al bosque el aroma de una rosa blanca, anunciando el fin del confinamiento de los vivos y los muertos.
Las plumas de los pájaros caen como hojas de seda y copos de algodón para abrigar a la novia muerta.