domingo, 24 de abril de 2022

BAILE SOBRE UNA ALFOMBRA DE FLORES

Foto: J.X. 

Una día después de Sant Jordi, celebrado ya el día del libro y la rosa, él se ajusta la mascarilla contra la pandemia y sube al autobús, que ha de conducirle al cementerio donde, en el jardín de la entrada, el kiosquero de las flores le venderá dos rosas, componiendo un pequeño ramo.

Después, él se dirigirá al lugar de la cita donde le espera su novia, dispuesta ya a bailar un vals entre los difuntos que salen a tomar el sol del mediodía, bajo las nubes blancas que cruzan el azul.

A causa del viento y la lluvia de ayer, hay ramas y agujas de ciprés extendidas en el suelo, que, con los ramos de flores deshojados por el viento, tejen una perfumada alfombra donde los novios se deslizan con ligeros pasos de baile.

El novio tiene una cruz tatuada en el brazo izquierdo. La novia le muestra un puñado de flores de tilo para limpiar la sangre reseca.


viernes, 22 de abril de 2022

DÍAS DE LIMPIEZA DEL HOGAR

Vivía solo. Era soltero por convicción, el “más solterón de los inquilinos”, como decía la portera del edificio.

Cada jueves de cada semana, unas horas antes de que llegara la mujer de la limpieza, procuraba que el lavabo estuviera limpio, como hacía a diario por otra parte. Sin embargo, un día antes, los miércoles, vigilaba más el estado, no sólo del lavabo, sino de la vivienda en general.

Cualquier mancha era eliminada de inmediato, y las motas enmarañadas de polvo que se hubieran podido esconder durante la semana por los rincones y detrás de las puertas. eran recogidas y tiradas a la bolsa de la basura.

Tal era su obsesión, los jueves de cada semana, que, pese a las molestias que le provocaban las corrientes de aire, abría de par en par el balcón, la ventana y la puerta trasera del patio interior, para que se ventilaran a fondo todos los rincones y el pasillo de la casa.

Por si acaso, también perfumaba las dos habitaciones del piso con tres o cuatro pulverizaciones de ambientador. “Pistoletazos de perfume con olor a lavanda”, indicaba él, sonriendo, satisfecho por la batalla sin cuartel que mantenía contra la posible suciedad, cada jueves de cada semana, antes de que llamara a la puerta la mujer de la limpieza.

De entre sus manías tragicómicas, ésta era la más reciente, la más nueva, desde que faltaba alguien en su vida.

La verdad es que estaba harto, confesaba a su amigo más íntimo, de quien se rumoreaba que estaba enamorado desde la infancia... Muy harto de su cuerpo y de su alma, de tanta vida muerta y de tanta muerte viva.

También comentaban algunos familiares que su mayor pecado o delito fue traicionar la bondad de una persona querida. Pecado grave para el que no habría confesión que lo perdonara. O delito para el cual no habría absolución posible. Y que por eso mismo, por esa traición a la bondad de un ser amado, se ha convertido él, en su propia casa, en una especie de Fray Escoba del hogar. O como un niño abandonado en la puerta de una inclusa para niños sucios, delincuentes, advertía un ex-cuñado. "Un desalmado, que sería mejor arrojar de cualquier casa, limpiando con lejía su presencia de arriba abajo", añadía el ex-cuñado, con una sonrisa malévola.  

Así malvivía,  con el alma en vilo, balanceándose de acá para allá, colgado de un hilo de telaraña.

Lejos de su casa, en una pared húmeda, había un graffiti dibujado en verde, que decía: Piensa en mí.


domingo, 17 de abril de 2022

UNA LATA DE CONSERVAS ABOLLADA, CON GOTAS DE SANGRE

Foto: J.X.

No sabía dónde sostenerse. No sabía cómo hacerlo.

Había perdido cualquier asidero. De tanto abusar del sostén de una rama enraizada en el abismo, ésta se había roto.

Sin presente, sin futuro, tenia aún memoria de los días vividos. Pero los recuerdos estaban muy gastados, quebradizos como una raspa de sardina en aceite, extraída de la lata que la conservaba.

Eso es, ahora resultaba que se sentía como una sardina en aceite, con una raspa de espinas rotas, fuera de la lata, fuera de casa, abandonada, arrojada del plato a la bolsa azul de la basura. Por lo menos, era azul, diría alguien.

Es verdad. Volvamos a decirlo: la bolsa era azul, y los recuerdos estaban muy manoseados, los recuerdos (volvamos a decirlo) muy manoseados, muy raspados por la falta, por la ausencia en que vivía, sin saber dónde agarrarse, dónde sostenerse una vez más, un día más. No sabía cómo hacerlo.

Todo estaba roto, destruido, como una lata de conservas, abollada, con gotas de sangre seca de alguna mano que se había cortado al abrirla. Una lata vacía arrojada al vertedero.

Su destino trágico, su fatalidad era la ausencia. La añoranza, la nostalgia que sentía en lo más hondo, desde niño, cuando se ausentaban y se alejaban de él, acaso para siempre, aquellas personas a quienes amaba.

La sangre ayer derramada vierte la sangre derramada hoy, cantaba un vagabundo con una lata de cerveza mal abierta en la mano.

jueves, 14 de abril de 2022

LA RENDICIÓN

Foto: J.X.

Cuando el cuerpo se rinde, sin fuerzas, exhausto,

y el alma se escapa escaleras abajo y huye por la calles hacia el bosque, hacia el mar,

también se escapan, también huyen todas las palabras

que se habían ido acumulando en la memoria,

a veces como un tesoro, a veces como una carga.

El cuerpo, entonces, ya no podrá vivir por sí mismo,

y cualquier ayuda solo servirá para mantenerlo así,

rendido, sin fuerzas, exhausto,

herido de muerte por la huida del alma, fugitiva, que se ha escapado a lo lejos, a lo desconocido.

Tampoco el poema, al querer iluminar esa rendición, esa pérdida del espíritu vital, esa huida del alma,

podrá ir más allá, y cada una de sus palabras rozarán el suelo, se romperán contra la pared, sílaba a sílaba, desorientadas, impotentes,

y caerán, besarán el suelo, golpeadas,

vencidas como el cuerpo.

Y se hará el silencio, el dolor de lo inexplicable.

miércoles, 13 de abril de 2022

LAS ÚLTIMAS PALABRAS

Foto: J.X.


Con el cuerpo cojeando y el alma medio muerta y de parranda, la palabra como forma de suicidio resultó ser más un objetivo que un refugio.

Palabras encorvadas, palabras malheridas, palabras con heridas leves, palabras cojas, palabras que arrastran lo que ven, lo que encuentran, palabras que llevan encima a otras palabras, o a rastras, palabras abandonadas, palabras no dichas a tiempo, palabras camufladas, palabras afiladas, palabras medio dichas, palabras acuchilladas, palabras solitarias, palabras condenadas al silencio, palabras de lo contemplado, palabras de lo perdido, palabras ausentes, palabras olvidadas, palabras visionarias, palabras caídas, palabras resentidas, 

palabras derramando sangre, palabras balbuceando, apenas si respirando, palabras que, sin embargo, siguen latiendo, solidarias, palpitando arriba, en medio, abajo, tus palabras, mis palabras, sus palabras, 

palabras lanceadas por los cuatro costados, lanceadas como el costado de un Cristo agonizante cuyas últimas palabras llaman en vano al Padre, rogándole que le ayude a apurar el cáliz, palabras de súplica, las últimas palabras que se van desangrando y gotean en el cáliz de la tierra, hasta derramarse e impregnar la lejanía del subsuelo, que se resquebraja y se oscurece entre palabras de asombro y fe, entre palabras de grito, de vacío, exclamaciones de palabras, los últimos gritos, las últimas palabras dolidas, desoladas, palabras de luz, palabras resucitadas, 

las últimas palabras, que así sea, todo callado, todo en sombras, en el silencio oscuro de las últimas palabras, de amor y muerte, de amor. 


sábado, 9 de abril de 2022

LA REDENCIÓN DE UNA CULPA DE AMOR

Foto: J.X.

Así como santas y santos se redimían en soledad y ahuyentaban nuevas tentaciones, así también él se redimía y mantenía a distancia las tentaciones.

Nos contaba que sus ejercicios de redención se basaban en la palabra, o mediante algunos castigos físicos, pero leves, ya que el cuerpo no era más culpable que la mente. Al contrario, decía, es la mente, el alma quien debe responder por las causas de la redención.

¿Cuáles eran esas causas? ¿Acaso había matado a alguien? ¿Había estafado? ¿O había roto el corazón de una amante? Aquí ya no quería ser tan explícito, y hablaba de relaciones, de naturaleza enigmática, decía, para una mayor confusión del oyente.

No obstante, añadía que, aparte de tales relaciones o encuentros enigmáticos, había otros desvíos, mucho peores, más graves, que no podían ser confesados sino era en soledad, con el alma contra la pared. Ni sacerdotes, ni amigos, ni novias, entenderían jamás tales desvíos. Solo con el alma puesta contra la pared le era dado manifestar, mordiéndose los labios hasta sangrar, toda la destrucción acumulada a lo largo de su vida.

Hay quienes murmuran que lleva en el alma una novia muerta, torturada por sus padres y sus dos hermanas, y que al final la encerraron en su habitación para que no se escapara con él, ambos culpables por amarse. Murió encerrada en la misma habitación donde nació. nacido. Cuando un día él se enteró de su muerte, al perderla a ella, lo perdió todo. Desde entonces -quienes murmuran- observan, unos con burla, otros con tristeza, cómo pasa calle arriba, calle abajo. Como un alma en pena que no sabe desprenderse de su propio cuerpo, y sigue andando, andando, a rastras, cuidando que nunca le falten flores a la novia difunta. Cuidándola, muerta, en el corazón.


viernes, 8 de abril de 2022

LA CONFESIÓN DEL BAR

Foto: J.X.

Me dijo: “Estoy anonadado, algunos compañeros de oficina me han dicho que soy homosexual, aunque yo no lo sepa. Como argumentación, les he dicho que he tenido una primera novia que me abandonó, pero que no dejó de quererme a pesar de los amantes que tuvo. Y una segunda novia que me quiso mucho, y que yo tuve que aprender, con el tiempo, a quererla tanto. También he tenido enamoramientos efímeros, irreales, pura imaginación. Entonces me preguntaron si sabía lo que era un beso de lengua o el sexo oral, y les respondí que sí, que lo había leído y lo había visto en algunas películas. Fue entonces cuando me lo dijeron: me declararon homosexual (aquí entonces aún no te llamaban "gay").”

Me quedé atónito con esa confesión tan íntima de mi amigo. Pero no dije nada.

Yo también había sido demasiado platónico (con novias reales, novias y novios imaginarios y novias de alquiler). Un puto novio, hablando en plata, como diría Arturo, el de la Mesa Triangular, un novio de la prisión “Modelo”, que leía a Rimbaud, según explicaba la monitora del Taller de Encuadernación a sus alumnos presos (“internos”, ordenaban decir las autoridades).

Nos bebimos otra cerveza y salimos del bar. Era de noche, las calles estaban desérticas. Titubeando, nos cogimos de la mano y fuimos a dar una vuelta por el barrio. Teníamos las manos frías, como si una novia muerta subiera de la tierra y viniese a pasear con nosotros, poniendo su mano entre las nuestras.


jueves, 7 de abril de 2022

RECITAL GROTESCO EN EL BAR

Foto: J.X.
Después de tomar unas cuantas cervezas se ponía trágico y dramatizaba, gesticulando, recitando con voz grave, como si estuviera interpretando a Shakespeare en un ejercicio del Instituto del Teatro, donde estudió un año, solo un año, reiteraba, porque en su vida ya había suficiente teatro para, además, tener que estudiarlo con nuevas técnicas dramáticas.

Se subía a una silla, manteniendo el equilibrio a duras penas, y recitaba, trágico, pero con voz y gestos  grotescos:

Todos dormiremos en un ataúd,

sin soñar, sin despertar.

O acabaremos en un horno, incinerados,

que viene a ser casi lo mismo,

pero sin ratoncitos con pétalos de flores

que nos perfumen

por fuera y por dentro del ataúd,

como en un cuento de Allan Poe,

pero con flores.

Sin soñar, sin despertar.

miércoles, 6 de abril de 2022

EL HOMBRE DEL SACO

 

Merodeaba por el barrio con una bolsa grande, abultada, echada al hombro, parecía pesada, repleta de cosas.

Nadie sabía dónde vivía. No era un vecino, pero merodeaba por el barrio.

Una de las vecinas, hija de unos tenderos propietarios de una carnicería, explicó que este hombre le recordaba a una vendedora que, en los tiempos de la dictadura, cuando había estraperlo de trigo, de aceite, de carne, etc., llegaba de noche a la tienda de sus padres con un saco al hombro, donde traía, envuelta en un trapo ensangrentado, una pieza grande de ternera (era una pieza muy fresca, sangrante aún, de esa “carn de Girona” (“carne de Gerona”, tan valorada entonces por su buena calidad). Y fantaseaba con un crimen pasional o mafioso, con el despiece de algún empresario o político, o el de una amante, que el hombre del saco iba transportando a piezas para enterrarlas en un lugar solitario, por ejemplo, en un descampado cerca del barrio, decía, con mirada intrigante, detectivesca.

Aunque los vecinos eran temerosos y no se fiaban de aquellos que merodeaban por el barrio, nunca llegaron a sospechar, de manera seria, que ese transeúnte misterioso pudiera ocultar en el saco una parte del cadáver de algún enemigo mafioso o político, o el de una amante. Algunos sí que lo comentaban bromeando, más que nada para asustar a los oyentes. Pero no lo decían en serio.

El descubrimiento de la verdad, el día en que se desgarraron las costuras del saco y cayó todo el contenido en medio de la calle, fue una sorpresa para todos.

No era el despiece de un enemigo político o mafioso o el de una amante. No eran los miembros cortados de un cadáver, envueltos en trapos ensangrentados, como había fantaseado la hija de los tenderos carniceros. Nada de eso, sino juguetes de madera, de aluminio y de plástico, trenes, coches, muñecos, peonzas, un tablero de parchís, otro de damas, el juego de la oca, una pistola, una cartuchera y un sombrero de vaqueros del Oeste, una placa de sheriff, plateada, un arco con un par de flechas, entre otros muchos juguetes que fueron cayendo del saco, como los títeres de una infancia muerta. O tal vez simplemente unos juguetes rotos que el hombre del saco había recogido de un vertedero de basuras. 


domingo, 3 de abril de 2022

LO PEOR

Foto: J.X.

No hay nada peor. Es lo peor. No existe nada tan peor.

Es peor que la muerte, repetía, es lo peor.

Pero no decía lo que era tan peor. Por mucho que se lo preguntaras, no respondía qué era eso tan peor. Peor que la muerte.

Si se lo volvías a preguntar, se le ponían los ojos tristes, y parecía llorar por dentro, sin lágrimas, pero con los ojos húmedos, como si quisiera confesar algo. Algo que es impronunciable. De lo que no se puede hablar, porque es inconfesable, peor que la muerte. 

Lo peor.


viernes, 1 de abril de 2022

MIRANDO LA LEJANÍA DEL SUELO

 Foto: J.X.

No hace muchos años, cuando volvía a casa, después de dar vueltas y vueltas por las mismas calles, le gustaba abrir el buzón y mirar los mensajes, las revistas y los libros que solían enviarle por correo. Pero, de un tiempo a esta parte, tiene miedo de su buzón, lo mira de reojo cuando entra en el portal y teme siempre malas noticias. Sobretodo, teme encontrar avisos urgentes de Hacienda, del Ayuntamiento o de la Administración de Fincas que le alquiló el piso hace cuarenta años. Cumple con las leyes, pero nunca espera buenas noticias. Ni tampoco espera recibir generosas cartas, ni notas delicadas, amorosas.

Va por la calle mirando al suelo. Solo mira al suelo, como si buscara algo que hubiera perdido. Cuando levanta la cabeza para cruzar una calle, para entrar en una tienda o para devolver un saludo, pronto vuelve a mirar al suelo, aterrorizado por la realidad, por lo que ha visto en derredor.

Desde que lleva una novia muerta en el corazón, o como se llame ese lugar de su interior donde ella se reanima y sobrevive, esto lo sufre más a menudo. Porque se trata de un sufrimiento radical, no de un duelo más de la vida, decía.

Merodea, pues, como si fuera un sospechoso de todo, con la mirada perdida en el suelo, en la lejanía del suelo de unas calles donde ellos dos, la novia muerta y él, acostumbraban a pasear, sin miedo a mirar lo que les rodeaba, o lo que, a veces, les acechaba parapetado en las esquinas del barrio.

Hubo un tiempo, demasiado largo, en que llevó una vida desordenada, no por la propia vida, sino por la muerte. Una vida desordenada por la muerte.

Cuando en la sala blanca le quitaron casi toda esperanza y, sin embargo, le propusieron nuevas terapias, ella, enérgica, se levantó de la silla y respondió: "Basta ya, es la última vez, se acabó". Ante el silencio profesional de los médicos, él dijo algo, en un vano intento de prolongar la esperanza, la vida. Pero ella respondió lo mismo, las mismas palabras. Entonces él, sin decir nada más en aquella sala blanca, se quedó aferrado a un resto de vida, a una promesa, desde la desesperación. Recuperaría, de la muerte, de la pérdida, todo lo felizmente vivido con ella, en casas, en calles, en bosques y playas, con nombres y cosas, y palabras, sobre todo palabras y miradas. Pero también lo malvivido por ambos, y él solo, y ella sola, al margen de las casas y las calles, sin bosques, sin el mar, sin nombres ni cosas, y sin palabras, sobretodo sin palabras ni miradas. Desde la desesperación. recuperaría todo lo felizmente vivido y, a la vez, no renunciaría al dolor de lo malvivido, ella sola, él solo, al margen, en los desvíos del trayecto sin fin, a ninguna parte. "A mitad de camino entre ninguna parte y el olvido", como dice el narrador de una película.

Y eso fue lo que hizo. Dar la palabra al primer encuentro, dichoso, jovial, pero también a las dolorosas separaciones, hasta alcanzar el último reencuentro, un reencuentro vivificado, cicatrizado de raíz.

Hay secretos para los cuales nunca es tarde la revelación. Revelarlos elimina, mediante la palabra, el elemento demoníaco de la vida oculta, de la vida secreta que, al no poder manifestarse, se convierte en incomunicación angustiada del mal frente al bien, como advertía Sören Kierkegaard. La palabra purifica. La aceptación de la culpa y del dolor, la revelación, es el sacrificio que hay que ofrecer.