Foto: J.X.
Les
digo a los espíritus que hoy he bajado del bosque a la ciudad, de
incógnito (con la mascariila puesta), y sin hablar con nadie.
He
ido a la Isla II del Cementerio marino (Poble Nou). Las dos rosas
blancas, que llevé la semana pasada, estaban bastante marchitas, una
de ellas deshojada por la lluvia y el viento del otro día.
He
abierto la puertecita de cristal y he visto la telaraña que se
estaba formando junto a la lápida de la novia muerta, donde hay ocho
versos grabados de Emily Dickinson. He destejido la telaraña con una
hoja seca, y luego he vuelto a cerrar la puertecita de cristal (me he
disculpado con la araña, que ha salido corriendo de allí).
Hoy
no he llevado ninguna flor, ni tampoco hemos brindado con botellines
de cava ni de cerveza. Ya he dicho que iba de incógnito, con la
mascarilla. Ella al principio no me reconocía, aunque luego, sí, ha
visto que era yo, con la máscara del Zorro puesta, como en un tebeo,
ha bromeado.
Luego,
me he dedicado a recoger jarrones de flores del suelo, uno de ellos
roto, que el viento había tirado, y algunos ramos de flores, sin
jarrón, que también habían sido arrojados al suelo. Como no tenían
nombre, los he depositado al pie de las lápidas que estaban más
cerca. Me ha gustado hacerlo, como si fuera un jardinero recogiendo
jarrones y ramos de flores para los difuntos.
Al
despedirme de la novia muerta, le he contado el trabajo hecho con las
flores tumbadas por el viento.
En
uno de los parterres que hay en la Isla II del cementerio (son dos
lugares separados llamados “Islas”, la I y la II, a las cuales se
accede por un breve corredor con arco), en uno de esos parterres
donde hay arbustos, plantas y flores, he descubierto unos cactus de
hojas preciosas, de silueta oscura, entre dentada y granulosa, que
son de la misma familia que los que han crecido, misteriosamente, en
una maceta del balcón de nuestra casa, sin que nadie los haya
plantado -les cuento todo esto a los espíritus del bosque.
Lo
que sorprende a los seres humanos a nosotros no nos sorprende, indica
uno de los espíritus.
Mañana
volveré a bajar a la ciudad y llevaré una rosa blanca, les digo.
Te
acompañaremos e iremos a ver los cactus después de entregarle a
ella la rosa blanca, dice el espíritu que resbala con las flores.
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