sábado, 20 de junio de 2020

DE INCÓGNITO


Foto: J.X.

Les digo a los espíritus que hoy he bajado del bosque a la ciudad, de incógnito (con la mascariila puesta), y sin hablar con nadie.
He ido a la Isla II del Cementerio marino (Poble Nou). Las dos rosas blancas, que llevé la semana pasada, estaban bastante marchitas, una de ellas deshojada por la lluvia y el viento del otro día.
He abierto la puertecita de cristal y he visto la telaraña que se estaba formando junto a la lápida de la novia muerta, donde hay ocho versos grabados de Emily Dickinson. He destejido la telaraña con una hoja seca, y luego he vuelto a cerrar la puertecita de cristal (me he disculpado con la araña, que ha salido corriendo de allí).
Hoy no he llevado ninguna flor, ni tampoco hemos brindado con botellines de cava ni de cerveza. Ya he dicho que iba de incógnito, con la mascarilla. Ella al principio no me reconocía, aunque luego, sí, ha visto que era yo, con la máscara del Zorro puesta, como en un tebeo, ha bromeado.
Luego, me he dedicado a recoger jarrones de flores del suelo, uno de ellos roto, que el viento había tirado, y algunos ramos de flores, sin jarrón, que también habían sido arrojados al suelo. Como no tenían nombre, los he depositado al pie de las lápidas que estaban más cerca. Me ha gustado hacerlo, como si fuera un jardinero recogiendo jarrones y ramos de flores para los difuntos.
Al despedirme de la novia muerta, le he contado el trabajo hecho con las flores tumbadas por el viento.
En uno de los parterres que hay en la Isla II del cementerio (son dos lugares separados llamados “Islas”, la I y la II, a las cuales se accede por un breve corredor con arco), en uno de esos parterres donde hay arbustos, plantas y flores, he descubierto unos cactus de hojas preciosas, de silueta oscura, entre dentada y granulosa, que son de la misma familia que los que han crecido, misteriosamente, en una maceta del balcón de nuestra casa, sin que nadie los haya plantado -les cuento todo esto a los espíritus del bosque.
Lo que sorprende a los seres humanos a nosotros no nos sorprende, indica uno de los espíritus.
Mañana volveré a bajar a la ciudad y llevaré una rosa blanca, les digo.
Te acompañaremos e iremos a ver los cactus después de entregarle a ella la rosa blanca, dice el espíritu que resbala con las flores.


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