Foto: J.X.
Brota una flor al mezclarse la paja con los excrementos en la pocilga.
Agradécelo, en voz baja, por haber concebido la flor en el estiércol, ya entonces, en tu infancia, mediante una concepción de visiones manchadas de vida y muerte.
Foto: J.X.
Brota una flor al mezclarse la paja con los excrementos en la pocilga.
Agradécelo, en voz baja, por haber concebido la flor en el estiércol, ya entonces, en tu infancia, mediante una concepción de visiones manchadas de vida y muerte.
Foto: J.X.
Cerró la puerta de la habitación y salió al pasillo del hospital. Las enfermeras le recomendaron que no se quedara a dormir en la misma habitación donde ella se estaba muriendo. En el mismo barrio, cerca del hospital, buscó habitación en un hotel, hostal o pensión. No encontró ninguna. No era un barrio turístico, le dijeron. Quería tomar una cerveza. Pero no lo hizo. Volvió al hospital. Entró en la habitación y ella estaba con los ojos muy abiertos, como diciéndole que no buscara otra habitación. Le dio un beso y le cerró los ojos.
Éste no fue el final de una historia de amor en la última habitación, sino el comienzo de otra historia amorosa reencarnada en el silencio.
Foto: J.X.
Sangre amorosa empapada en una servilleta de papel blanco,
en el sótano de un bar,
donde todos los días son el mismo día.
Placa dorada, letras en rojo:
Reservado el derecho de entrada a los enamorados difuntos.
Foto: J.X.
Vaig i vinc amb les mans buides
i la ferida del costat,
sí..., és el mateix costat de sempre.
Amb les mans buides de flors,
porto al costat la ferida que t'estima.
Vaig i vinc del lloc secret.
…...................................................
Per amor, havien nascut ferits de mort.
Foto: J.X.
Primera parte
Hubo un tiempo en que él necesitó vivir y comportarse como si ella no estuviera a su lado.
Segunda parte
Solo, se perdía, se extraviaba a lo largo de cualquier camino. Todo era lugar de perdición.
Era tarde. Había oscurecido.
No podía vivir.
Tercera parte
Ambos regresaron del vacío.
Volvieron a quererse.
Años después, se abrazaron
amorosa, desesperadamente,
sobre el lecho de la muerte.
Hasta alcanzar el vacío, otra vez
y para siempre, queriéndose.
Epílogo
Falta la última forma.
Foto: J.X.
Vivían juntos y se querían, aun sin saberlo, sin haberlo manifestado más que en raras ocasiones, con motivo de alguna fiesta de juventud, o con la llegada de algunas flores, ramos marchitos ya en el olvido.
Se querían, pues, de este modo. Sin decirlo.
Así continuaron a lo largo del tiempo, queriéndose y desqueríendose, con pocas palabras, y ,de vez en cuando, un ramo que se abría y que pronto se marchitaba en un jarrón arrinconado.
En suma, discutir por cualquier cosa, por cualquier bagatela, incluso en vísperas de la muerte, ésta fue su extraña manera de quererse, sin saberlo.
Pero al fin se abrazaron, se despidieron y murieron juntos, queriéndose.
Eran tiempos de guerra y herejía. En aquel pueblo no quisieron enterrarlos en tierra sagrada. Llevaron sus cuerpos a un despeñadero y los arrojaron al vacío. Pasado el tiempo, aquel vacío, aún hoy, huele a flores silvestres y a sangre amorosa.