miércoles, 24 de junio de 2020

HAY QUE QUERERLO, AUN SIN ENTENDER


Foto: J.X.

Hay que seguir.
¿Hay que seguir?
Enfrente, una encrucijada de caminos.
¿Hacia dónde hay que seguir?
¿A la derecha, a la izquierda?
Hacia arriba.
¿Seguro? No puedo, no tengo alas.
Tampoco los espíritus tenemos alas,
no somos pájaros ni ángeles.
¿Entonces?
Nadie ha dicho de volar, no se trata de eso.
Hay que ir hacia arriba, mirando, dejando que la mirada se escape de los ojos y que lo contemplado tire de ti por arriba.
Como una contemplación, como una visión que te absorbe desde arriba. Que te retiene arriba, sin un porqué.
Hay que quererlo. Pero hay que quererlo sin preguntar.
Como se quiere a una novia muerta.
Como la rosa blanca cuyo aroma habla con ella y la despierta.
Hay que quererlo, aunque no se entienda.
Hay que sentirlo, aunque no se pueda decir con palabras.
Como la tristeza de salir a la calle cuando se ha recorrido demasiada muerte.
Como el rapto de la novia muerta, que es rescatada y llevada al refugio del bosque de los espíritus. Con nosotros.
Hay que quererlo, aun sin entender.
Como la voz que resuena en el interior de una piedra.
Un rumor de hojas frescas viene del río, por arriba, atraviesa tu infancia, desciende por calles húmedas y caminos solitarios, hasta lo más profundo, hasta lo más bajo, pero vuelve a subir y, al fin, el frescor te alcanza en medio del alma.
Es la brisa del bosque de los espíritus. Donde nos hemos refugiado. Donde permanece todo lo perdido más abajo.


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