La posible libertad de Mubarak desvela un proceso judicial caótico | Internacional | EL PAÍS
En el bar del barrio han inventado un juego nuevo: cada día intentarán formular un misterio, un enigma sobre la actualidad, pero no resolverlo, ya que dejarán la respuesta al viento. Ésta primera vez le ha tocado el turno al "jeroglífico egipcio", y lo plantean así:
Al inicio de lo que se llamó la Primavera árabe y ante la magnitud de las manifestaciones del pueblo egipcio, el ejército decide intervenir y al final acaban matando a unas 800 personas e hiriendo a muchas más (como ha vuelto a hacer ahora el mismo ejército, casi haciendo coincidir el número oficial de muertos).
Pero las clases dominantes de Egipto, el poder aristocrático y el poder económico, al ver que Mubarak y su ejército no pueden controlar la situación, la llamada "revolución egipcia", y ante la reacción y las declaraciones en contra de los países occidentales (sobre todo, de EE.UU), deciden que el ejército debe hacer dimitir y encarcelar a Mubarak, y organizar más tarde unas elecciones democráticas.
Pero hay un problema: en caso de que lleguen a la presidencia los Hermanos Musulmanes (islamistas que se declaran no radicales y que aceptan el juego democrático y que reciben financiación de Qatar, según informan (país árabe que también financia al Barça), y que muchos analistas dicen que son los verdaderos promotores de la Primavera árabe junto con una minoría egipcia realmente democrática), aunque éstos, pues, ganen las primeras elecciones libres en la historia de Egipto, deberán ser arrojados del poder y perseguidos, antes de volver a la situación anterior controlada por el ejército.
Como éstos, los Hermanos Musulmanes, sí que pretendían llevar a cabo una revolución, pero islámica, contra los poderes aristocráticos y económicos egipcios, deberán ser expulsados del gobierno por el mismo ejército mediante un golpe de estado, deberán ser perseguidos, asesinados y declarados ilegales.
E incluso, entonces, se podrá hablar ya de la posible libertad y retirada de Mubarak a alguna mezquita o residencia militar y volver a la situación anterior a la Primavera árabe, con otro líder del ejército, el mismo ejército de siempre y al servicio de los poderes aristocráticos y económicos egipcios de siempre (financiados por Arabia Saudí, Kuwait, etc., con el beneplácito de EE.UU y la llamada Unión Europea, que siempre apuestan a su caballo ganador).