Fotografía: Gemma Ferron
Sucedió ayer noche en el cine de las Galerías Maldà, en el cine Maldà: la performance filmada de Adriana Hoyos, Beneyto desdoblándose (guión de Adriana Hoyos, Jaime D. Parra y Francesc Cornadó).
En la primera secuencia ya aparece Beneyto poniéndose y quitándose una máscara, iniciando el desdoblamiento, la doble vida de pintor y escritor. Luego saldrá a la calle y se dirigirá a una peluquería del barrio, en la calle Rull, esquina Còdols (dos nombres emblemáticos en su vida y en su obra), donde el barbero paquistaní le afeitará con navaja la cabeza y con máquina le dibujará la perilla. Una vez travestido, saldrá a merodear por las calles del barrio gótico en busca de personajes, en busca de Airun (interpretado por Mariona Tena).
De repente, en la plaza de la Mercè, descubre a una joven que pasa en bicicleta, ¿será tal vez Airun, el personaje de su obra? Más tarde, escribiendo en la playa de la Barceloneta, en una escena surrealista, volverá a verla saliendo del mar, y poco después, en otra secuencia, aparecerá de pronto en el altillo del Café de la Ópera, donde también vemos al artista escribiendo. Se miran, ella fuma un cigarrillo, se vuelven a mirar, ella se tomá un café y abandona el local, indiferente. Beneyto (que en esta secuencia aparece con el rostro pintado, como otra máscara más) sale detrás de ella, pues ya intuye que puede ser Airun: el autor en busca del personaje, el autor persiguiendo a Airun. La alcanza, el autor se presenta a su personaje, hablarán, se reconocerán mutuamente, y así es como empezarán a entrar y salir de una serie de cuadros pintados.
Ambos probarán la fruta prohibida de un bodegón escenificado, representado en el jardín de la casa de Jacint Verdaguer, donde Hermes y Afrodita, siempre míticos y burlones, parodiarán el encuentro del creador y su personaje: representación al aire libre de la belleza y el deseo (y su parodia), personificaciones que han surgido del espacio mágico de un bodegón.
Días después, el personaje, Airun, desaparecerá en el agua azul de una bañera, y dejará una postal escrita para el autor, una postal semejante a aquellas que le mandaba su amiga Alejandra Pizarnik. Ahora, Beneyto, solo, desaparecida Airun, penetrará desnudo en un laberinto de paredes transparentes, de plástico, ¿o una placenta de la que intenta salir el artista desnudo? Lienzos de plástico, un muro alto que lo aprisiona, pero que él, el artista minotauro, pintará a brochazos y arrojando cubos de pintura contra el muro transparente, hasta rasgar el plástico y derribar el laberinto bajo la acción de la pintura.
Travestido, desnudo, el rostro cubiero de pintura, enmascarado otra vez, así terminará la performance filmada de Beneyto, poniéndose y quitándose las máscaras, desdoblándose otra vez en la sala oscura del cine Maldà, abarrotada de público y de personajes de ficción.
Y para confirmarlo allí estaban también, en la pantalla y físicamente, José Corredor-Matheos, Pere Gimferrer, Glòria Bosch y Jaime D. Parra, comentando el postimo, las máscaras, los zapatos, la vida y las obras de Beneyto, dentro de un espejo morado.
El suplente del cronista