Por desgracia, los políticos no nos
han financiado con 30 o 40 euros la compra de ejemplares de cómics, de novelas gráficas, de tebeos de aventuras. No lo entendemos, pero se nos ocurren tres preguntas, entre otras mil más:
I. ¿Acaso las empresas editoriales, las librerías de cómics, los dibujantes y guionistas no constituyen también una fuerza de trabajo y producción de bienes?
II. ¿Será que esa producción de bienes se dirige más al espíritu que a las ganas de velocidad y coche nuevo para ir de ninguna parte a ninguna parte?
III. ¿Será que las multinacionales, el gran capital, como ya apuntan algunos economistas, tienen cautivos a los gobiernos democráticos (no hablamos de dictaduras), gobiernos atemorizados, que sólo piensan en ganar las próximas elecciones y mantenerse en el poder al precio que sea, y que no dudan en pagarlo corriendo en ayuda de la bancarrota, pero con dinero ajeno, de todos, para tapar y disimular los agujeros negros, la irresponsabilidad de la mala gestión (cuando no malversación de fondos)?
Cosas del señor y el siervo, como ya filosofaba Hegel. Y nunca nadie se responsabiliza de nada. La culpa, ya lo sabemos, la tiene el chachachá o el vecino de enfrente.
El cronista del barrio