Foto: J.X.
Cuentan
los espíritus que ellos se limpian el resto que les queda de alma
(el otro resto quedó enfangando en la tierra) utilizando las hojas y
el agua de los ríos y fuentes del bosque.
Las
heridas se las hicieron, dicen. mientras andaban por ahí abajo,
pisando en cuerpo y alma las calles y caminos encharcados del mundo.
¿Aún
tenéis piel humana y no han cicatrizado las heridas?, pregunta él.
No
tenemos ni cuerpo ni piel, sino algunas de esas heridas tan profundas
que no desaparecen del resto de alma que llevamos dentro del
espíritu, y por eso debemos seguir cuidándolas, lavándolas. Es por
si acaso. Se pueden volver a abrir al menor descuido, y, en esos
casos, sangraríamos como si tuviéramos piel, responde el espíritu
que resbala con los pétalos de las flores.
También
aquí, en el bosque de los espíritus, hay que estar atentos a los
sanguinarios que suben de abajo y quieren vengarse, más aún, de las
flores y las novias muertas, reabriendo así las heridas de los
espíritus que nos protegen, piensa él.
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