El poeta romántico entra en el bar y nos sorprende con la lectura de un panfleto que ha encontrado pegado, dice, en una pared del Centro Cívico del barrio:
"¿Cómo
se hace un referéndum bajo un clima de violencia, con altercados e
incendios callejeros, la policía autonómica en la calle y
trescientos policías o más enviados por el Ministerio del Interior
a un hotel de Calella (49 euros día, habitación doble, pensión
completa, según el diario "El Punt-Avui"), por si son
necesarios para controlar la situación pre-bélica en Barcelona?"
Pues no se celebra, y punto, responde enseguida el politólogo.
No exageremos, esa violencia no durará más de una semana, exclama la madre de la hija okupa.
Vacances Pagades, la poesía satírica de Pere Quart, recuerda la librera del barrio. Eso es lo que necesitamos, unas vacaciones.
"Faltaban cuatro meses y trece días para el fallo del Planeta, cuando el sol se desplomó sobre la tierra y rompió el hielo...", ya tengo el comienzo de mi próxima novela, anuncia el poeta.
Ah,
la lectura de poesía y la eterna queja de los poetas, dice la cuñada
del dentista. Digan lo que digan, qué no darían los poetas por
ganar el Premio Planeta (601.000 euros, menos impuestos) y tener
unas vacaciones pagadas en Calella.
Como los 300 policías que ha enviado el Ministerio del Interior, comenta la sobrina de la peluquera. Están allí, en un hotel de Calella, bañándose y de cara al sol, esperando ser llamados desde Barcelona para ayudar a la policía catalana e intervenir en contra de los okupas de Can Vies.
Como los 300 policías que ha enviado el Ministerio del Interior, comenta la sobrina de la peluquera. Están allí, en un hotel de Calella, bañándose y de cara al sol, esperando ser llamados desde Barcelona para ayudar a la policía catalana e intervenir en contra de los okupas de Can Vies.
Un plagio más de García Márquez, advierte la librera del barrio.
Toma, y a quién le amarga un dulce como el Planeta!, responde el poeta romántico.
No siempre tan dulce..., si yo les contara, apunta la hija de la bibliotecaria.
Cuenta, cuenta, nena, que no estamos aquí para monsergas, dice la dueña del bar.
Pues nada, que dice mi madre que hay novelistas que están dispuestos a bajarse..., no sé si debo seguir, duda la hija de la bibliotecaria.
No será bajar la escalera!, exclama el humorista
No te calles ahora y cuenta, que esto se está poniendo interesante, dice la sobrina de la peluquera
Pues eso..., bajarse los pantalones para ganar algún premio, nada más y nada menos, explica la hija de la bibliotecaria.
¿Sólo los pantalones?, pregunta la nieta del anarquista.
Será una metáfora, indica el poeta romántico.
Premio Planeta, 1961, La mujer de otro, de don Torcuato Luca de Tena, recuerda la cuñada del dentista. Me lo compré un dia de Sant Jordi. Ah, y también uno de Emilio Romero, La paz empieza nunca, Premio Planeta 1957.
Quién sabe!, igual un poeta se anima, escribe una novela y lo hace..., comenta el humorista.
¿El qué?, pregunta la dueña del bar.
Pues, señora, bajarse los pantalones y ganar el premio millonario, responde la nieta del anarquista.
Calla, calla, niña, no estamos tan necesitados de prosa, argumenta el poeta romántico.
Querrá decir dinero, apunta la dueña del bar.
Querrá decir dinero, apunta la dueña del bar.
Tiene razón el poeta. Conozco a novelistas y poetas que nunca harían tal cosa, dice la librera del barrio. Nunca escribirían una mala novela con la sola pretensión de ganar un premio bien dotado, dice la librera del barrio. Nunca aceptarían tal bajeza.
¿Se refiere a bajarse y subirse los pantalones?, pregunta el humorista.
Hombre, no sea humorista verde, la señora se refiere a premios literarios!, exclama la cuñada del dentista.
Ah, perdone, señora, lo había entendido mal!, responde el humorista del barrio. Es que tengo el oído izquierdo viciado por el ruido!, añade.
Entre premios y pantalones, entre bromas y veras, nos hemos olvidado del panfleto, advierte el politólogo.
Pues es verdad, dice la dueña del bar.
Y el poeta vuelve a leer el panfleto, con un carajillo en la mano...