jueves, 26 de diciembre de 2024

EVOCACIÓN

Foto: J.X. 


Que el amor es querer hablarle a todo el mundo y todo el rato del ser amado.

Ana Iris Simón (de un artículo publicado en el diario El País, 12.10.2024)


EVOCACIÓN

Hablando de ti, contando momentos de tu vida,

estaba hablando de amor, sin mencionarlo,

a todo el mundo.

Era su morada cada palabra que venía de ti,

en cada palabra se demoraba y te evocaba

hasta recobrarte.

sábado, 21 de diciembre de 2024

DE CUANDO LA CALLE ESCUDELLERS ERA TODO NUESTRO MUNDO

 

                                                                 




 a Gabriel Moreras, de la calle San Martín, de Ciutat Vella, un amigo del alma 
in memoriam 
                                  

(Nombres y recuerdos de cuando la calle Escudellers se llamaba calle Escudillers)

Pensiones, Hostales y Habitaciones, la primera tienda de tejanos a medida, una Alpargatería, la Charcutería, la Mercería El Barato, granos y piensos Cal Graner (del señor Antonio), con alquiler de Triciclomotores, el Bar Los 4 Hermanos, el Estanco, una Lechería, una Verdulería-Frutería, una tienda de Maletas y Objetos de Piel, una Relojería, la famosa Carnicería (de la señora Rosa, que curaba los celos amorosos de los niños del barrio), una Joyería al lado de dicha Carnicería y enfrente de una Carbonería -más tarde sería expendeduría de petróleo refinado para hornillos y quinqués (tienda propiedad de la señora María), Bodega-Licorería (del señor Guillermo, alcalde de barrio, de mal genio, parecía franquista), Carpintería Mas (colaboraron en la base estructural de la escultura de la Virgen de la Merced para la basílica de la patrona de Barcelona), una tienda de Colchonería y Somieres, la prodigiosa Papelería Bambi, la Farmacia Ciurana, el Colmado Escofet, el Horno Morató, la Pescadería, el Restaurante-Charcutería La Concha, Pastelería La Flor, con sus helados de merengue y otras especialidades, Pastelería l'Estel, dos Barberías, Pesca salada, Huevería, Tocinería, Quiosco Carrión de reparaciones de relojes, el Colmado Antolín, Lámparas Jordana, y las tentaciones del Snak-Bar Tequila (barra americana, billares y futbolines) y del bar restaurante Grill Room. Aquí venían, a nuestra calle, a nuestra plaza de las palmeras, nuestro amigos extranjeros, los marines de la Sexta Flota, algunos acariciaban con ternura las cabezas de los niños de la calle y nos ofrecían chicles, luego bebían un “tanque de cerveza” y se iban con nuestras chicas a una escalera iluminada, misteriosa, y subían a un paraíso que nos estaba prohibido, como nos advertía un amigo mayor.

Nosotros, unos años después, ya en plena adolescencia, imitaríamos un poco a los marines con nuestros pantalones tejanos, pediríamos una caña de cerveza con calamares a la romana en la Cervecería Vivancos, o una caña y unos berberechos en la Cervecería Canarias: la primera felicidad de juventud, anunciando ya la proximidad de la magia de los primeros enamoramientos y el desastre de los primeros fracasos, resquebrajado demasiado pronto el espejo mágico.

Llegó un día en que descubrimos la calumnia social, cuando casi todo era pecado y delito: una escalera muy estrecha en un edificio de la calle Escudillers subía hasta un piso donde vivía un médico con su familia. Eran extranjeros. Un día se descubrió que el médico practicaba abortos, fue detenido por la policía y fotografiado en la primera página del semanario de "sucesos" El Caso (dirigido por el periodista Enrique Rubio). El médico abortista, en dicha fotografía, estaba sentado a la mesa de un restaurante en compañía de dos prostitutas, proclamaba la revista. Pero en realidad era la fotografía del médico con sus dos hijas, que los del barrio reconocimos enseguida. La madre, muy agradable y educada, y sus dos bellas hijas, continuaron viviendo en el barrio, valientes. No sabemos que pasó con el médico. Tampoco nos atrevíamos a preguntar en aquella sociedad siniestra, reprimida, que nos hacía cobardes y culpables. El mal era contagioso, y el bien era reformador. Todos éramos malos, todo estábamos embrujados en el reformatorio del falso Bien.

Prosigamos con el recuento de la vida embrujada de aquella infancia. En la esquina de la calle Escudellers con la calle Obradors, el cartel del Cine Castilla. Más allá, yendo hacia Las Ramblas, el puesto de periódicos, revistas y tebeos en una portería, y el recuerdo de Pitarra en un Taller de Relojería, desaparecida ya en aquel tiempo de nuestra infancia, y en cuya trastienda se celebraban las famosas tertulias de teatro y política federalista (hoy calle Avinyó, Restaurante Pitarra, cerrado), y donde crecieron los singlots poètics (hipos poéticos).

Una tienda de Fotografía, el famoso Restaurante Los Caracoles, con sus "pollos a l'ast" rodando y goteando grasa sobre las llamas del asador exterior del restaurante (propiedad del señor Bofarull, también actor y productor de cine, que siempre llegaba a la calle Escudillers conduciendo su calesa (que dejaba aparcada, con su caballo, en la calle del Vidrio, un callejón entre la calle Escudillers y la Plaza Real).

La Droguería Can Moro, otra Barbería, una Tienda-Bazar de Curiosidades (un pez de cristal, una carabela y otras muchas piezas), los Almacenes Escudillers de ropa de vestir  (con varios escaparates, planta baja y sótano), el internacional Hotel Comercio, la Pastelería l'Estel, la Sala de fiestas El Charco la Pava (después, New York), una Zapatería, otro Estanco, el Cine Alarcón, y en otra esquina, la calle Zurbano, en cuyo hotel del mismo nombre, Hotel Zurbano, residían los toreros, banderilleros y picadores que venían a torear a Barcelona (el mítico Chamaco, el mago del toreo, que regresaba al hotel, sin cambiar de ropa, con su traje de luces ensangrentado, y que acariciaba la cabeza de los niños que se le acercaban, maravillados).

Sin olvidar Al margen, la novela de A. P. de Mandiargues, el Diario de Escudillers, de Sergio Pitol (del libro El arte de la fuga). Al comienzo de la calle, el Bar Cosmos y, arriba, ya en tiempos modernos, la construcción de los Apartamentos Cosmos, frente a la estatua de Pitarra, y ya entramos de lleno en Las Ramblas de Barcelona: el Cine Principal Palacio (antes, Teatro Principal), el Club de Billar Monforte y La Gimnástica (tugurio de billares, futbolines y gente rara, sospechosa). Un recuerdo especial para el Cine Latino situado en un sótano del mismo edificio, una cueva llena de prodigiosas películas de aventuras, terror y ciencia ficción de tebeo: Fumanchú, el Capitán Marvel... Al Cine Latino acudían muchos abusadores (tocones) de mujeres y niños, personajes siniestros con sus largas manos peligrosas serpenteando entre las butacas de las salas obscuras, rompiendo el encantamiento del cine de barrio. A continuación, en la misma acera de Las Ramblas, el club Panam's, el Tabú (sótano-bar de fiestas, junto al Cine Mar), un local de Futbolines y Foto Ramblas (escaparate con fotos de bailaoras y boxeadores) al fondo del portal de un edificio en cuyo piso principal todavía está el Centro Regional Gallego. Siguiendo Ramblas arriba, en la misma acera, aparece El Liceo, majestuoso, inaccesible a los vecinos de aquel tiempo, reducidos a “ser mirones del lujo ajeno”. En la otra acera, casi enfrente, El Café de la Ópera, la tienda de deportes (y antigua armería) Can Beristain, el edificio de la Agencia de Aduanas Lerín (éste, Lerín, coleccionista de obras de arte que de vez en cuando adquiría al persuasivo “marxant de geniales pintores pobres”, Baldomer Xifré-Morros), y no olvidemos la popular Lotería Valdés. Cambiando de acera otra vez, un poco más arriba, el famoso Mercado de la Boquería, la Casa Beethoven (partituras de música, algunos discos y libros especializados, con un piano al fondo para ser tocado por el público entendido), la Joyería El Regulador (de Can Bagués), el bar Nuria y la Sastrería Modelo. Al otro lado de Las Ramblas, más abajo, la emisora Radio España de Barcelona, y los prodigiosos artículos y precios de los Almacenes Sepu, así como un Tablao Flamenco donde bailaba la madre de un niño del barrio, al que en casa llamábamos “el fill de l'artista” (el hijo de la artista). En este tramo de acera, cerca del Café Moka, hay una placa que recuerda el secuestro y posterior asesinato del político y traductor catalán Andreu Nin. 

Si ahora no hacemos caso de nuestra madre y cruzamos Las Ramblas, en dirección al Barriochino, nos espera el espíritu de Jacint Verdaguer en la iglesia de Betlem, el busto del pintor Fortuny en la calle que lleva su nombre, y el escritor francés Jean Genet, que da nombre a la placita donde está la Escuela Oficial de Idiomas, en El Barriochino, hoy denominado El Raval.

En suma: todo el mundo está aquí resumido, todo el Cosmos, con sus variadas tiendas, cines, bares, pensiones, hostales, habitaciones para dormir y para otras cosas misteriosas, calles recovecas, vagabundos sin casa y vagabundas con casa, y aquellos inolvidables niños y niñas del barrio, unos enamorándose por vez primera, y otros jugando a canicas, a piratas surcando los mares, a vaqueros cabalgando por los valles del mundo, entre El Paralelo, El Barriochino, Las Ramblas, La Plaza Real y La Calle Escudillers (según la grafía de postguerra), en uno de cuyos hoteles también vivieron George Orwell y su compañera, que por muy poco pudieron escapar de la muerte traicionera de la guerra civil, como él mismo cuenta en su libro Homenatge a Catalunya / Homenaje a Catalunya.

                                                                             

                                                                   El torero Chamaco  

    ..........................................................................                                                

Fotografía: Oriol Maspons, Calle Escudellers. Del libro Barcelona, pam a pam (Barcelona, palmo a palmo), de Alexandre Cirici.

Fotografía: Suárez, Plaza Real. Niños (un servidor, arrodillado),  jugando a bolas, a meco, al hoyo o guá. No decíamos canicas. 


viernes, 20 de diciembre de 2024

SOSPECHAS DE AMOR

 

Cuenta la leyenda que una novia, antes de morir en el hospital, le había confiado a su mejor amiga que le escribiera cartas de amor a su novio, como si fuera su espíritu quien se las enviara desde el más allá.

Ese novio era muy vulnerable. Parecía de un cristal tan fino, que sin duda se rompería al recibir un golpe. No podría resistir, afirmaba la novia, la insoportable presencia de la muerte, de su muerte. El tiempo de duelo sería insufrible para él, a tal punto que acabaría matándolo, le contaba la novia enferma a su mejor amiga. Por eso ahora quería pedirle que lo tutelase, que lo acompañase en ese tránsito de dolor, como si él fuera su enamorado, su propio novio. Le rogaba, pues, que le enviara a menudo cartas amorosas, como si éstas fueran escritas inspiradas por la novia muerta. Puesto que él era de una familia que creía en los espíritus, a buen seguro que las leería como una verdadera correspondencia amorosa entre él y la novia muerta. No en vano una de sus tías paternas curaba los celos amorosos que padecían algunos niños y niñas del barrio.

Así, pues, a la muerte de ella, aquella amiga íntima debía hacer de mediadora, o, mejor dicho, de médium, y comenzar a escribir inspirados fragmentos de amor. Haría constar, al final de cada fragmento, que éste cobraba cuerpo bajo la advocación del espíritu amoroso de la novia muerta. Sin más explicaciones, debía enviarlo por mail al destinatario.

Sin embargo, el novio no era tan ingenuo como parecía. Él, pese a ser descendiente de una familia espiritista, siempre tuvo la sospecha que los citados fragmentos amoroso no eran de ella, de la novia muerta, es decir, de su espíritu invocado. Sospechaba, más bien, que debía de ser obra de otra clase de espíritu, un espíritu aventurero de esos que disfrutan entrometiéndose en la vida secreta de los enamorados, y se regocijan todos los días maleando la vida y la muerte con extraños fingimientos de amor correspondido.

El contenido era de una extravagancia mística, de una tal pureza exacerbada, que era imposible que el espíritu de la novia muerta mezclara tantas barbaridades profanas y sagradas a la vez. Eran como plegarias clavadas en flores de plástico, de esas que tanto abundan en cualquier cementerio.

Por otra parte, un indicio revelador del fingimiento amoroso: quienquiera que fuese el mediador o mediadora de tales fragmentos, ignoraba que ella, la novia muerta, era mucho más sensual, fuerte y deslenguada (en caso necesario) de lo que algunos se figuraban al juzgarla demasiado delicada.

Sin embargo, excusaba al remitente, fuera quien fuese. No todo el mundo tiene espíritu suficiente para consolar a un ser dolido por la muerte, ni tampoco la virtud necesaria para curar los celos amorosos de los niños.



martes, 10 de diciembre de 2024

LA PRESENCIA

Foto: J.X.

Nos habíamos refugiado en un bar, en la mesa más separada, e intercambiábamos confidencias.

Vivía en el límite, me susurró.

Pero éste no era su propio límite, sino el límite que le imponía la presencia de alguien que aparecía de pronto en cualquier sitio.

La presencia. Aquella presencia que, por ejemplo, en un bar como éste, se le ponía enfrente y lo convertía en estatua de sal. No podía huir de aquella mirada, de aquella masa que tenía delante, imponiéndose, cerrando cualquier escapatoria. Debía esperar hasta que llegara el momento oportuno, y seguro que tarde o temprano la presencia aquella desviaría la mirada, se fijaría en otro cosa que no fuera él, y entonces podría al menos cambiar de mesa, o, ya dispuesto a todo, salir del bar y escaparse.

Esta presencia: tal era su límite.

El límite que lo reducía, que lo hacía encogerse hasta desaparecer del lugar, hasta perderse de vista y no acordarse de sí mismo, como había leído en un poema, o como le sucedía a la criada secuestrada de un cuento.

¿Alguna vez podría romper y traspasar el límite, cruzarlo, ir al otro lado, lejos de la inoportuna y agresora presencia? ¿Mediante el arte del disimulo? ¿Tal vez mediante la poesía, que, según los entendidos, es verdad metaforizada, cuerpo disimulado, alma fingida?

¿Sería posible olvidar la enorme carga de este límite, esta abrumadora presencia, y transgredirla sin que se dé cuenta y te haga detener, ofendido, vociferando tu nombre?

¿Quizá saltar de un escondrijo a otro (porque no se trata de ir andando, sino de saltar sobre el vacío), y cultivar en una cueva brevedades amorosas, como flores de temporada señalada, bendecidas por quienes no tienen nombre.

Dolerse y morir de amor, es el inicio y la consumación del misterio. Pero dejemos ya de marear la perdiz del amor, desplumada por la maldición desde el principio de los tiempos, ¡y que cada uno haga lo que pueda y se las componga frente al muro aterrador de la presencia!, exclamó cuando ya salíamos del bar, y nos quedamos en silencio, a la deriva por callejones sinuosos, oscuros.


jueves, 5 de diciembre de 2024

PALABRAS EN LA PARED

Foto: J.X.

Escrito en la pared húmeda de un callejón:

Ser atado para siempre en el último abrazo.

Ser herida entrelazada a ti, que mueres.

Cautivo de lo que, en ti, resiste, muriendo.

Absortos los dos en lo último.

...............................................


Subo al autobús.

Tengo una cita con el silencio.

Voy al encuentro de la novia muerta.

Ella guarda para mí, curándolo,

el silencio resquebrajado en este poema.


Un pequeño ramo de flores amarillas, secas,

que no se deshojan y cuyo aroma

permanece vivo en la madera del armario,

como testimonio desamparado del más bello amor.


Dos palabras pueden contener todo un mundo:

amor desvalido.

Una sola palabra puede también contenerlo:

desvalimiento.



sábado, 23 de noviembre de 2024

UNA BOTELLA EN EL MAR

Foto: J.X., Playa de Argelès-sur-Mer

Arrojó un botella al mar, bien precintada. Dentro, enrollado, había un mensaje escrito con sangre:

Derrama en cuenco de piedra

la sangre amorosa

de las palabras confidentes

de este mensaje,

y cuenta a los cuatro vientos,

o en una habitación aislada,

la más bella historia de amor

que esta botella perdida contiene.

Puedes añadir, si quieres,

que los dos amantes

fueron intrusos en todas partes

y fugitivos de cualquier lugar.



martes, 12 de noviembre de 2024

LA FALTA

 Foto: J.X, "Sombra".


“La peor, soy yo.”

Sor Juana Inés de la Cruz


I

Vivía tan dentro de sí, con tanta vida interior, tan adentro, que no podía vivir afuera haciendo lo que se dice una vida común, una vida exterior. Le aconsejaban, sin embargo, que no era bueno ni saludable que siguiera viviendo así, tan encerrado en sí mismo. Le advertían que con tanta vida interior y tan poca vida exterior, sin distracciones, no hacía sino perderse en su propia interioridad. Con el riesgo de caer, aun siendo un descreído, en ese estado de visión y extravío que otros califican de vida mística, de vida espiritual.

Aunque, por otra parte, también es verdad que imaginaba evasiones, fugas y toda suerte de escapadas del extenso dominio de la falta. Pero, ¿cómo escapar de sus prisiones?



II

Cada vez sentía más la falta. Cada hora, cada día, añadía más tiempo y más peso a la falta. Aquella era su falta, sin excusas, imperdonable.

No sólo le faltaba el amor, la casa, el trabajo. Le faltaban también las palabras. Le faltaba el silencio, le faltaba soñar.

Se echaba a faltar incluso a sí mismo.

Pero la falta era algo más que un faltar. Era su falta.

Esa falta, de tan desolada, se volvió maligna. Tenía la sangre viciada, envenenada, la herida se abrió más y la sangre se derramó por el suelo. A causa de la falta, ahora le faltaba sangre, ironizaba alguien. Una larga transfusión de sangre desconocida, anónima, recorrió el laberinto de sus venas, el interior malherido de su cuerpo, día tras día, noche tras noche, hasta que al fin día despertó.

La falta, pese a todo, cada vez era mayor en su cuerpo. Cada vez aumentaba de volumen y de peso en su alma.

Desde que le faltaba lo que más amaba, todo se revolvía en su contra, faltándole.

Contar más sería triste, y bastante sangre derramada tenía su historia, con tanta falta.

La historia de su vida, pues, en pocas palabras, fue este ir y venir de la falta a la falta. Siempre aquella falta, colgada del cuerpo, colgada del alma, arrastrándola  día y noche.

Hubo de pasar aún mucho tiempo para que en la memoria del dolor se vertiera aquella sangre amorosa, que se infiltraría en la falta como un consuelo efímero. Hundimiento breve de la falta innombrable, del dolor de la falta, en esa misteriosa sangre amorosa.


martes, 15 de octubre de 2024

CUARTETO DEL MÁS BELLO AMOR

                                                                    

I

DOS VIDAS

Eran dos niños que se querían. Un día los separaron, y murieron. Los sepultaron en el mismo cementerio, en nichos distintos.

Los días pasaban y la gente murmuraba: los dos niños salían de las tumbas a pleno día, jugaban y seguían queriéndose. Era un escándalo para los vivos.

Al final, la gente del pueblo decidió tapiar con más tierra y cemento las dos tumbas. Y los dos niños ahora ya no salen a quererse bajo el sol.

Pero corren rumores de que siguen viéndose en un lugar muy apartado, lejos, detrás de las montañas, y que siguen jugando y queriéndose pese a la muerte.


II

LEYENDA DE AMOR

Cuenta la leyenda que un sepulturero de la aldea, enterado del amor que se tenían una niña y un niño que fueron atropellados en el llano de un bosque mientras paseaban, decidió colocarlos juntos en un mismo ataúd.

Como eran dos niños muy delgados apenas se notaría la diferencia de peso entre las dos cajas mortuorias.

Pasado el tiempo, un amigo infiel del sepulturero confesó a uno de los familiares el engaño del entierro, y éste hizo una denuncia.

Las autoridades ordenaron la exhumación de los dos cadáveres y comprobaron que una de las cajas estaba vacía. Confirmado el engaño, el sepulturero fue despedido de inmediato.

Se procedió, pues, a un nuevo entierro, separando los esqueletos de ambos niños, colocando a cada uno en su ataúd y soledad correspondientes.

Llegó el día en que los dos ataúdes fueron desvencijados por falta de pago del mantenimiento del nicho. Los restos de los niños fueron arrojados a la fosa común, e incinerados un tiempo después con los otros esqueletos de la fosa.

Cuentan los del lugar que, cuando ardieron los huesos de la niña y del niño que paseaban juntos, el humo de la chimenea dibujaba pequeñas manchas rojas entre las nubes, como si fueran gotas de sangre amorosa.


III

EL CASO DE LOS DOS NIÑOS DESAPARECIDOS

Érase una vez dos niños que salían a pasear. 

Daban una vuelta por los alrededores del cementerio. Al cabo de una hora, regresaban.

Uno le daba la mano al otro, como si temieran perderse (se llevaban unos tres años de diferencia). No hablaban. Caminaban e iban contando los árboles.

Un día se alejaron tanto, paseando al azar, que atravesaron los bosques cercanos al cementerio. El niño más pequeño tenía un gran sentido de la orientación, pero aun así se extraviaron por el camino de vuelta.

Pasó el tiempo. Un día los funcionarios del cementerio municipal, por falta de pago del mantenimiento de los nichos, excavaron en el muro y sacaron los dos ataúdes blancos para arrojar los esqueletos de los niños a la fosa común. Era norma de obligado cumplimiento desnonar a los muertos por impago familiar de la cuota anual, repetían los funcionarios en voz alta, de mala gana, a los curiosos que, asombrados, murmuraban por esos traslados a plena luz del día.

Al abrir los dos ataúdes (de mala manera, puesto que al no disponer de las llaves correspondientes, golpearon con martillos los ataúdes hasta reventarlos), comprobaron que ambos estaban vacíos.

Imposible explicar la ausencia de los dos niños, advirtió la dirección del cementerio a los funcionarios. Por tanto, lo mejor era hacerse el tonto —concluyeron— y no comunicar nada a las familias respectivas.

La ausencia de aquellos dos niños, que habían salido a pasear y no volvieron jamás al cementerio, era un caso inexplicable.


IV

UN SÁBADO DE SOL FRÍO

Era demasiado pronto. El kiosquero de las flores aún no había llegado.

Arrancó un par de flores del jardín y las escondió en la bolsa.

Hoy, además, llevaba en la bolsa un botellín de cava y dos copas de plástico. Envueltos en un trapo del polvo para limpiar, antes del brindis, la lápida con los ocho versos de Emily Dickinson, encabezados por una flor.

En la Isla II (en este cementerio marino hay dos Islas) creía que no había nadie. Había quitado ya el polvo y se disponía a brindar con la novia muerta, cuando, de súbito, aparecieron dos personas. Decidió esperar y celebrar el brindis unos instantes después. Mientras tanto, dio una vuelta por la Isla. Logró descubrir a la cotorra que cantaba en lo alto de un ciprés. Hacía un sol frío. Al volver, comprobó que ya no hubiera nadie por los alrededores. Entonces, descorchó el botellín de cava y brindaron. La cotorra voló hasta el ciprés a cuya sombra se estaba celebrando el brindis. Aceptaron su compañía cantora y brindaron los tres juntos.

Cuando salió del camposanto, ya había llegado el kiosquero de las flores. Pero él ya había entregado su flor.

Mientras volvía a casa en autobús palpó un bulto en la bolsa. Imaginó que debía de ser aquel trapo para limpiar el polvo de la lápida. Abrió la bolsa e introdujo la mano. Con los dedos resiguió los pliegues rugosos del trapo. Uno de los pliegues era más suave, perfumado, como si en él se hubiera adherido polvo de flor seca. Lo cual le sorprendió, puesto que, antes del brindis con ella, con la novia muerta, había sacudido el trapo allí mismo, en una papelera, junto al ciprés.

Era un sábado de sol frío.



Fotografía: Photoroom.com

                                                                                  


martes, 8 de octubre de 2024

NIÑO MUERTO EN UN BAÚL

     Foto: J.X.             

                                                           

Un niño muerto escondido en un baúl, bajo cosas antiguas: abanicos, postales, juguetes, álbumes de cromos y fotografías. Una de las fotografías, arrancada de un álbum, de tamaño mediano, con un marco de cartulina dorada, retrataba la boda de los padres, ambos vestidos con trajes oscuros.

Al fondo del baúl, otra fotografía arrancada del mismo álbum, con el niño muerto escondido. Es una fotografía misteriosa: un pequeño ataúd, que resplandece por su blancura sobre un fondo de cipreses oscuros, medio quemados.
Es el primer hijo, el hermano muerto por la escasa atención médica al confundir una meningitis con una simple jaqueca de resfriado. Años cuarenta del siglo XX, en un Consultorio Clínico de Barcelona. Años, en aquella larga postguerra, de más muerte que vida.

En el baúl, dentro de un sobre en blanco, había otra fotografía, borrosa. Parecía una novia muerta, con un vestido arrugado, de un blanco amarillento -como las cubiertas rasgadas, anacaradas, de un viejo devocionario de primera comunión-, yacía en una cama de matrimonio, según constaba escrito detrás de la fotografía.

Él nunca pudo averiguar quién era. Tampoco se atrevió jamás a preguntarlo, ni siquiera a su tía abuela, la dulce hechicera que curaba los celos amorosos de los niños en la sala comedor de casa, junto al puerto.

Así comenzó el misterio de la novia muerta.



jueves, 3 de octubre de 2024

PASOS EN LA CUERDA FLOJA

 Foto: J.X.

Iluminar una palabra, extender la iluminación hasta un verso o una frase que será escrita, y fijarte en cada una de las palabras cuyo cuerpo en formación te lleva a un tiempo sin tiempo.

Hundir los ojos y esclavizar las manos hasta liberarlas en la forma que va adquiriendo el verso, la frase, como en un sacrificio primitivo.

Mantener el equilibrio unos pasos más y otros pasos más -no sabemos cuántos serán- en la cuerda floja del escenario abismal, sin una tupida red debajo para amortiguar las caídas mortales.

Aunque no pueda hablar contigo 

y todo sea muerte y todo sea ficción

este hablar contigo en el silencio de ambos

es un modo de hacernos revivir juntos

la búsqueda de un refugio en la intemperie del tiempo. 


miércoles, 2 de octubre de 2024

EL EMBRUJO DE UNA FRASE LARGA QUE SE CONVIERTE EN FLOR AZUL GRIS

Dibujo y fotografía: J.X.


Por su modo de andar, inclinando los hombros de un lado a otro y pisando fuerte con los pies, se diría que andaba con voluntad de pisar, de humillar a aquello que estuviera pisando a cada paso.

Pero había alguien (no diremos su nombre) que presentía lo que se ocultaba debajo de la acción de la suela de los zapatos, es decir, qué era lo que en realidad estaba haciendo al andar de aquella manera, inclinando los hombros a ambos lados y pisoteando con tanta dureza el suelo: lo que chafaba era su propio corazón, su propia alma* era el objeto maltratado, sometido a humillación por aquellos zapatos suyos que sin clemencia alguna troceaban su alma gastada, caída bajo la suela de los zapatos, rendida, machacada en el suelo a cada paso, a cada pisada. Él mismo era el verdugo y la víctima de aquella tortura.

Al ser torturada, el alma dejaba atrás un líquido sanguinolento que se escurría por el enrejado de las alcantarillas. ¿Sería un milagro que desembocara lejos de las playas y flotara como un ramo deshecho de flores de sangre y malas hierbas, lavadas por las aguas del mar? 

Por amor y por desamor, hay muertos que giran la cabeza y lloran. 

Pero hay una frase que se extiende en ramas que se curvan tierra adentro palabras que echan raíces bajo tierra desconocida hacia abajo hasta lo más hondo rozando a los insectos que guardan instinto y mala memoria de toda la tristeza del mundo y es entonces cuando las palabras atraviesan la humedad rescatan la ceniza se vivifican los restos petrificados de donde siempre saldrá una flor para el conjuro de cada maldición de amor que se transformará en esta flor azul gris que ya se abre bajo tierra para ti y gotea sangre amorosa de breve infinito.


Nota.

Usaba la palabra “alma” para significar algo más que “corazón”, pero no sabía qué.



sábado, 28 de septiembre de 2024

ESCRITO EN UNA PARED: ¿QUIÉN REPARARÁ EL DAÑO CAUSADO...?

 Foto: J.X.

En tiempos y lugares lejanos, hubo una vez un espíritu puro que se corrompió de la cabeza a los pies (era un espíritu puro que tenía cabeza y pies).

Por culpa de esta conversión, de espíritu puro en espíritu impuro, un día vino la muerte a cerrar los ojos más bellos y abiertos que había visto nunca. A partir de entonces, perdido, solo, experimentó la segunda conversión, de tal modo que volvió a ser un espíritu puro, aunque no de la cabeza a los pies, como señalábamos antes. Porque esta vez cojeaba de un pie, el pie derecho, lo cual le hacía cojear también el lado del corazón. Por lo tanto, un espíritu puro a medias, podríamos decir.

Merodeaba por la calles como un ser extraño entre los llamados humanos, tan ocupados en la ascensión, que eran incapaces de adivinar al espíritu puro que pasaba por su lado, cojeando, rozando las paredes donde, a medianoche, escribiría frases como ésta:

Pero, ¿quién reparará el daño causado, la inocencia manoseada?


lunes, 23 de septiembre de 2024

CRISTAL AFILADO

 Foto: J.X.



No te preocupes.

No volveré a aquellos lugares

para ir de ronda con la muerte,

en busca de la última caída,

del último cristal afilado

clavado en la parte más baja del alma,

como en una de aquellas películas

terroríficas, de pesadilla,

que no te gustaban.

Preferías atravesar los bosques reales,

con luz o brumosos, tierra con hojas secas

o tierra húmeda, de hojas resbaladizas,

pero sin vampiros ni muertos vivientes

detrás de los árboles.

Ni...

jueves, 29 de agosto de 2024

DESAYUNO EN EL JARDÍN

 Foto: J.X.

Después de varios días de malentendidos, se encuentran en el lugar de la cita, un zona ajardinada próxima al cementerio.

Le regala una flores amarillas, y la novia sonríe.

Entrelazados por la cintura, dan una vuelta y entran en el jardín de su casa: la casa de ella, donde todo es silencio, sólo alterado por las alertas de las gaviotas y las palabras de saludo y despedida de los invitados. Se trata de una estancia situada en una isla separada del resto de estancias por una entrada que semeja un pequeño túnel. Tanto dentro como fuera de la isla, vienen a diario los visitantes habituales, a los que hay que añadir los invitados a los rituales de los nuevos residentes de esas estancias, explica la novia, minuciosa, en un tono delicado propio de ella. 

Desayunan en el jardín, bajo los árboles, beben una cerveza, se cuentan algunas anécdotas. El problema es la ausencia entre una y otra cita, dicen ambos. Pero no es posible hacer otra cosa, de momento, dadas las circunstancias adversas.

Se despiden hasta el día siguiente, esta vez sí, hasta el día siguiente, insisten.

Él deja los botellines de cerveza y los vasos de plástico en una papelera del cementerio, repleta de flores secas.


 C. D. Friedrich, Entrada al cementerio


viernes, 23 de agosto de 2024

PEREGRINAJE DEL ABANDONO

 Foto: J.X.

Un poeta extraviado va recorriendo las etapas del camino de perdición, hasta que llega a un cruce, a una bifurcación del bosque. Hay un poste de madera con dos señalizaciones: una indica que al final del camino no hay redención posible. La otra, señala un atajo de redención.

El poeta extraviado escoge este segundo desvío del camino de perdición: el atajo de redención. Descreído, no confía en que él pueda ser objeto de ninguna redención. Pero sigue adelante, por si encuentra al azar, en algún recodo del atajo, una palabra reconocible, una luz reveladora.

Gracias a la vida que le resta, el poeta extraviado sigue subiendo y bajando por caminos, atajos y desvíos de toda condición -llanos, oscuros, pedregosos...-, de tal modo que al caminar se entrega en corazón y alma a cada paso, pues teme no llegar a tiempo a la cita convenida en un lugar remoto del bosque. Lugar rodeado de malas hierbas, altas, sin flores, que no podía atraer a nadie, salvo a aquellos muertos de amor que adivinaban el lugar secreto de la cita.

Huellas de sangre amorosa marcan el sendero a ninguna parte, donde el amor tiene su dominio.

Éste es todo el sentido, todo el misterio. No hay más. En la soledad del bosque, intentando el olvido bajo la sombra de los árboles. O perdido, totalmente, como ella se perdió aquel día bajo la tormenta, mientras avanzaba sola por caminos confusos, embarrados, hasta que vislumbró una casa en lo alto de  una colina. Desesperada, llamó a la puerta, y tuvo la fortuna de ser bien acogida por un muchacho que la acompañó hasta el pueblo más cercano. Pero no siempre hay una casa solitaria en la colina, ni alguien que te abra la puerta para salvarte del extravío. 

No hay más flores. Todos los pétalos se han marchitado. Y la sangre amorosa, derramada en el suelo, se ha vuelto oscura, oscura. 

La cometa de un niño o de un enamorado desamparado cruza el cielo del bosque, volando arriba y abajo, cortado el hilo que la ataba a la tierra, volando separada de la mano del niño o del enamorado desamparado. La cometa lleva colgado en la cola un trapo negro, pintado con letras grandes rojas:

             ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?

lunes, 5 de agosto de 2024

TRABAJOS

Foto: J.X.








Trabajos para sobrevivir al amor y a la muerte.

¿Trabajos útiles, inútiles? Trabajos.

Trabajos sobre la vida y la muerte, trabajos, variaciones sobre el amor, el dolor y la muerte. La inocencia, la angustia, la culpa, la redención (si hay tiempo, si es posible). Trabajos.

Digas lo que digas, se trata de una mala jugada poética haber apostado por el amor demasiado tarde -después de tanto apostar por la rotura de lo desconocido-, tirando los dados sobre el tapete descolorido de la muerte, cuyos dominios no puede cambiar el azar ni con dados trucados, ni con un poema.

En un callejón sin salida, dos enamorados inician el ritual del corazón quemado. Figuras de humedad y musgo encendidas en las paredes de los dos lados y en el muro del fondo. Todo el callejón solitario desfigurado por el humo.

Habla una pregunta escrita en la pared:

En el gran vacío cósmico, ¿puede sobrevivir la substancia del amor en la ausencia, en la nostalgia, en el sueño de lo que pudo ser humanamente divino?

Habla una leyenda escrita en la pared:

Aun no creyendo en nada, hacía un elogio de la vida por haberla conocido a ella, a la novia muerta, que le dio una segunda vida, a él, el novio de la novia muerta.

Junto a un recodo del abismo, removiendo la ceniza de los dos corazones quemados, entre las malas hierbas, brota una flor, un montón de amarillo..., un montón de amarillo.

Acrobacias inesperadas del cuerpo sobre el alambre. Pero éste, el cuerpo, duda un instante, se estremece, tiembla y cae al vacío. Queda malherido, ensangrentada la arena de la pista del circo.

En el vacío del corazón, las malas hierbas nutren las raíces de una flor..., pétalos de sangre amorosa.

De la flor se desprende un lazo que se ata a la cintura del alma, que arrastra el peso..., todo el peso del cuerpo del acróbata, todo el peso atado a la cintura del alma. 

Enlazado por la flor, el acróbata se incorpora..., una mitad del alma vestida de sangre amorosa..., y saluda al público haciendo una reverencia..., el pánico se apodera de los espectadores..., todos salen huyendo.

El lazo de la flor arrastra el peso del alma..., encabeza el arrastre un vestido de sangre amorosa.

Subiendo al bosque de los espíritus, dos escupitajos manchan el vestido de sangre amorosa. 

Se oye un lamento: “¿Por qué me has abandonado?”


Las variedades espirituales, estas variedades descritas aquí, en el refugio de esta cueva o cabaret, pueden ser una muestra de amor escenificada ante los vivos, pero dedicada a ti, que paseas y atiendes las sombras del amor de otras novias muertas.


A lo lejos, pero cada vez más cercano, se oye un lamento:

“¿Por qué me has abandonado?”


sábado, 13 de julio de 2024

LLUVIA

 Dibujo: Roc Espinet

Tenía prisa por vivir y llegar cuanto antes a la muerte. El amor lo retrasó, sus pies se detuvieron, hasta que el amor murió. No pudo recuperarse de los pasos perdidos y llegar cuanto antes a la cita con la muerte. Sobrenadó por las aguas más turbulentas, malherido de amor, hinchado, como un pez muerto flotando en el mar. ¿Qué día fue abandonado? ¿Acaso, por su mala vida, no fue absuelto y perdonado? ¿Murió quien podía rescatarlo?

La muerte de otro ser ocupó el vacío que sentía en cuerpo y alma, y lo transfiguró en amor atormentado. Era como si le creciera dentro una flor cuyos pétalos enmarañaban su corazón hasta asfixiarlo. 

Llovía. Entre dudas y gotas de lluvia, ha vuelto a casa con el pequeño ramo de violetas escondido en el bolso. Guardado en el armario, el ramo será para la próxima cita, pasado mañana, con la novia muerta.

Dentro del armario, el ramo de violetas deja prendido a la ropa un olor a piel, a piel ausente, a piel besada y bajo tierra húmeda. Antes de cerrar el armario, besa el ramo de violetas. Como si volviera a besar otra vez aquellos labios muertos.

Aislados por la lluvia, por la muerte, los tres, la novia, el novio y el pequeño ramo de violetas en el armario.




jueves, 4 de julio de 2024

ESTREMECIMIENTO

 Foto: J.X.

Cuando él se estremece delante de la novia muerta, ¿se estremecen también los huesos de ella? -No, no se estremecen, canta la niña que pasea al cuervo.

Dentro de sí, ya no le cabía otra muerte. Excepto un pequeño reducto que sería para la suya-definitiva, no había más espacio en su cuerpo desde que lo ocupó ella, la última muerte. Cada vez con más vida muerta dentro. Cada vez con más muerte viva. Y respecto al alma, a su alma, no sabemos nada.

No podía pensar en otra cosa que no fuera el nombre cuya muerte volvía a la vida gracias al recuerdo, al recuento de los días. “Tanto, tanto, que nunca será bastante”, dice alguien. Dice, ¿quién lo dice? No hay más que decir, que nombrar.

La verdad: si puede escribir tres o cuatro palabras justas al día, ya dispone de suficiente dosis de imaginación para continuar sobreviviendo. La verdad: cada día escasean más las palabras justas.

¿En este poema no falta una flor? -No, no falta una flor, canta la niña que pasea al cuervo.

miércoles, 26 de junio de 2024

LA DUDA

Foto: J.X.

Desnutrido de cuerpo y alma, daría de comer a los cerdos tirando su propio corazón a la pocilga. Con palabras calcinadas al fondo de la olla, a modo de condimento, justo debajo del corazón arrancado. ¿Dónde estaría mejor su corazón que en el cubo de hojalata de una pocilga, después de hervirlo en un caldero con remolachas, trozos de calabaza y patatas grilladas*? Todo ya bien hervido, bajarían el cubo a la pocilga y darían de comer a los pobres cerdos que ignoran el mal. Esto se preguntaba, mientras entraba otra vez a la tienda de cuchillería, dudando, y pedía a una dependienta el precio de una navaja que había en el escaparate. La hoja parecía resistente y afilada para extraerse el corazón y cortarlo a pedazos como despojos para la olla.

De pronto: aparece una flor en el cubo de los despojos hervidos. ¿Acaso es una señal, un indicio?, ¿una flor dejada por ella -la ausente- para limpiar y rescatar del cubo al corazón podrido?

Si es ella -la ausente- quien dice tu nombre, tal vez toda la belleza, todo el amor del mundo cubrirá el cubo de los despojos, y la insistencia de la flor liberará tu corazón.

Perdidos en la ciudad, perdidos en el bosque, desvalidos.



*Grillarse. (De grillo.) Dicho del trigo, de un tubérculo o de algo similar: entallecer.

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sábado, 22 de junio de 2024

LA CITA DEL RAMO MARCHITO

Foto: J.X.

Ansiedad por la próxima cita... Siempre llego demasiado pronto... Esperar, arriba y abajo, esperar... Encontrarnos de nuevo, mirarnos, volver a hablar, pasear de la mano... Transcurre el tiempo... Esperar en vano... Ya no vendrá... Será otro día... Esperar otra vez, esperar el reencuentro... Ansiedad por la próxima cita... Aunque, según todos los indicios, se trata de una cita casi imposible... O tal vez, ¿la cita no será aquí, en esta calle, sino en otro sitio, más secreto, más oculto?... Pero, ¿en qué lugar?... Me voy, con el ramo marchito a otra parte... Buscaré el lugar exacto de la cita, caminaré por los bordes del abismo, con el ramo marchito como guía, iluminándome...

                                         



domingo, 9 de junio de 2024

EL GRAFITI, EL ÁRBOL Y LA BODA

Foto: J.X.



Versos inesperados, grafiteados en el suelo con pigmentos de sangre:


El espíritu muda de piel,

deja atrás mi cuerpo,

y se aloja en ella, en el vacío

de la novia muerta.

Atreverse a morir de amor en este lugar,

cuyos santones persiguen a la enamorada

y al enamorado que mueren de amor (...)


Mientras leo los versos, me interrumpe la proclama de un vagabundo, subido a un árbol de la calle:

“Quienes se desviven y mueren de amor, no pueden congeniar con los vivos que no se desviven ni se acercan para cultivar flores alrededor del abismo, por donde se precipitan día tras día aquellas parejas de enamorados que no pueden agarrarse a nada.”


El vagabundo calla. Entonces, acabo de leer los versos:


Pero el amor, hecho prisionero, apaleado y muerto,

se levanta y cruza los límites

de las tierras ensangrentadas,

y permanece más allá del árbol y del abismo,

donde se confía en quien muere de amor.


En el Callejón de las Almas Perdidas, hay solitarios y parejas de enamorados malheridos, cojos, mancos, ciegos, tullidos por amor (a semejanza de aquellos tullidos y tatuados de postguerra, con bañador negro, extrañamente ajustado, que llenaban la “playa libre” de la Barceloneta, la playa pública, gratuita, con trampas en la arena, latas oxidadas, vidrios rotos que te cortaban, que te pinchaban los pies, riesgo que no se daba tanto en las playas privadas, de pago, acotadas al lado mismo de la “playa libre”)..., tullidos por amor que hacen cola para reclamar las sobras del segundo plato de un banquete nupcial: una sopa de serpiente y rana servida en un cuenco plateado. Más que nada, hacen cola y lo reclaman por distraerse de la muerte. Hay tres platos más en el menú del banquete, cuyas sobras no viene a cuento reivindicar.

Lo curioso, sin embargo, es que no reclaman siquiera un pétalo  del ramo de novia, ni les apetece llevarse uno de esos trozos de pastel de boda olvidados en el desorden de la mesa.

Me escabullo del banquete y salgo a la calle, a tientas, cojeando..., una duda de nata pisoteada en la suela del zapato. Escalofríos en la calle, escalofríos en la playa. Añádele unas agujas de pino, un oleaje de piedrecitas de colores, vidrios de botellas rotas, pulimentados, acristalados por el mar. Guárdalo en el bolsillo, estíralo, vuelve a guardarlo, no cortes el hilo.