Dibujo: Roc Espinet
Tenía prisa por vivir y llegar cuanto antes a la muerte. El amor lo retrasó, sus pies se detuvieron, hasta que el amor murió. No pudo recuperarse de los pasos perdidos y llegar cuanto antes a la cita con la muerte. Sobrenadó por las aguas más turbulentas, malherido de amor, hinchado, como un pez muerto flotando en el mar. ¿Qué día fue abandonado? ¿Acaso, por su mala vida, no fue absuelto y perdonado? ¿Murió quien podía rescatarlo?
La muerte de otro ser ocupó el vacío que sentía en cuerpo y alma, y lo transfiguró en amor atormentado. Era como si le creciera dentro una flor cuyos pétalos enmarañaban su corazón hasta asfixiarlo.
Llovía. Entre dudas y gotas de lluvia, ha vuelto a casa con el pequeño ramo de violetas escondido en el bolso. Guardado en el armario, el ramo será para la próxima cita, pasado mañana, con la novia muerta.
Dentro del armario, el ramo de violetas deja prendido a la ropa un olor a piel, a piel ausente, a piel besada y bajo tierra húmeda. Antes de cerrar el armario, besa el ramo de violetas. Como si volviera a besar otra vez aquellos labios muertos.
Aislados por la lluvia, por la muerte, los tres, la novia, el novio y el pequeño ramo de violetas en el armario.