Foto: J.X.
Cuando el cuerpo se rinde, sin fuerzas, exhausto,
y el alma se escapa escaleras abajo y huye por la calles hacia el bosque, hacia el mar,
también se escapan, también huyen todas las palabras
que se habían ido acumulando en la memoria,
a veces como un tesoro, a veces como una carga.
El cuerpo, entonces, ya no podrá vivir por sí mismo,
y cualquier ayuda solo servirá para mantenerlo así,
rendido, sin fuerzas, exhausto,
herido de muerte por la huida del alma, fugitiva, que se ha escapado a lo lejos, a lo desconocido.
Tampoco el poema, al querer iluminar esa rendición, esa pérdida del espíritu vital, esa huida del alma,
podrá ir más allá, y cada una de sus palabras rozarán el suelo, se romperán contra la pared, sílaba a sílaba, desorientadas, impotentes,
y caerán, besarán el suelo, golpeadas,
vencidas como el cuerpo.
Y se hará el silencio, el dolor de lo inexplicable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario