viernes, 22 de abril de 2022

DÍAS DE LIMPIEZA DEL HOGAR

Vivía solo. Era soltero por convicción, el “más solterón de los inquilinos”, como decía la portera del edificio.

Cada jueves de cada semana, unas horas antes de que llegara la mujer de la limpieza, procuraba que el lavabo estuviera limpio, como hacía a diario por otra parte. Sin embargo, un día antes, los miércoles, vigilaba más el estado, no sólo del lavabo, sino de la vivienda en general.

Cualquier mancha era eliminada de inmediato, y las motas enmarañadas de polvo que se hubieran podido esconder durante la semana por los rincones y detrás de las puertas. eran recogidas y tiradas a la bolsa de la basura.

Tal era su obsesión, los jueves de cada semana, que, pese a las molestias que le provocaban las corrientes de aire, abría de par en par el balcón, la ventana y la puerta trasera del patio interior, para que se ventilaran a fondo todos los rincones y el pasillo de la casa.

Por si acaso, también perfumaba las dos habitaciones del piso con tres o cuatro pulverizaciones de ambientador. “Pistoletazos de perfume con olor a lavanda”, indicaba él, sonriendo, satisfecho por la batalla sin cuartel que mantenía contra la posible suciedad, cada jueves de cada semana, antes de que llamara a la puerta la mujer de la limpieza.

De entre sus manías tragicómicas, ésta era la más reciente, la más nueva, desde que faltaba alguien en su vida.

La verdad es que estaba harto, confesaba a su amigo más íntimo, de quien se rumoreaba que estaba enamorado desde la infancia... Muy harto de su cuerpo y de su alma, de tanta vida muerta y de tanta muerte viva.

También comentaban algunos familiares que su mayor pecado o delito fue traicionar la bondad de una persona querida. Pecado grave para el que no habría confesión que lo perdonara. O delito para el cual no habría absolución posible. Y que por eso mismo, por esa traición a la bondad de un ser amado, se ha convertido él, en su propia casa, en una especie de Fray Escoba del hogar. O como un niño abandonado en la puerta de una inclusa para niños sucios, delincuentes, advertía un ex-cuñado. "Un desalmado, que sería mejor arrojar de cualquier casa, limpiando con lejía su presencia de arriba abajo", añadía el ex-cuñado, con una sonrisa malévola.  

Así malvivía,  con el alma en vilo, balanceándose de acá para allá, colgado de un hilo de telaraña.

Lejos de su casa, en una pared húmeda, había un graffiti dibujado en verde, que decía: Piensa en mí.


2 comentarios:

joségarvimoreras dijo...

Y la señora de la LIMPIEZA encantada con un inquilino que hacía la LIMPIEZA del piso PARA entregarlo a la señora de la LIMPIEZA.
Veo la escena un tanto cómica, como en una película loca de los hermanos Marx, pero también veo ese MENSAJE en la pared tan tierno y amoroso.

la lectora corriente dijo...

Y todo ésto para que la señora de la limpieza tenga que ensuciar todo lo limpio. Ella no encuentra normal que antes de su llegada todo esté como "los chorros del oro" pero si el señor lo quiere así, ella seguirá ensuciando para tener algo que limpiar. Lo que no puede intuir la señora de la limpieza, es que hay motivos de una vida pasada para que este hombre actúe así. Y cada jueves, los dos acaban muy cansados después de haber limpiado ambos, las mismas cosas, las mismas habitaciones, la misma casa.