Dibujo y fotografía: J.X.
Pero había alguien (no diremos su nombre) que presentía lo que se ocultaba debajo de la acción de la suela de los zapatos, es decir, qué era lo que en realidad estaba haciendo al andar de aquella manera, inclinando los hombros a ambos lados y pisoteando con tanta dureza el suelo: lo que chafaba era su propio corazón, su propia alma* era el objeto maltratado, sometido a humillación por aquellos zapatos suyos que sin clemencia alguna troceaban su alma gastada, caída bajo la suela de los zapatos, rendida, machacada en el suelo a cada paso, a cada pisada. Él mismo era el verdugo y la víctima de aquella tortura.
Al ser torturada, el alma dejaba atrás un líquido sanguinolento que se escurría por el enrejado de las alcantarillas. ¿Sería un milagro que desembocara lejos de las playas y flotara como un ramo deshecho de flores de sangre y malas hierbas, lavadas por las aguas del mar?
Por amor y por desamor, hay muertos que giran la cabeza y lloran.
Pero hay una frase que se extiende en ramas que se curvan tierra adentro palabras que echan raíces bajo tierra desconocida hacia abajo hasta lo más hondo rozando a los insectos que guardan instinto y mala memoria de toda la tristeza del mundo y es entonces cuando las palabras atraviesan la humedad rescatan la ceniza se vivifican los restos petrificados de donde siempre saldrá una flor para el conjuro de cada maldición de amor que se transformará en esta flor azul gris que ya se abre bajo tierra para ti y gotea sangre amorosa de breve infinito.
Nota.
Usaba la palabra “alma” para significar algo más que “corazón”, pero no sabía qué.
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