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Aquel día, cuando salimos del bar, parecíamos dos siluetas recortables de papel, como aquellas que de niños recortábamos para construir la figura de un soldado con sus armas, o de una muñeca con sus vestidos y zapatos, o de indios a caballo con sus flechas y vaqueros con sus pistolas, también a caballo. Cuerpos frágiles que apenas se mantenían en pie una vez pegados todos los miembros y construidas las figuras de papel.
Éramos, pues, dos figuras recortables deambulando por la calle, a la espera de no sabíamos qué.
O sí que lo sabíamos, pero no era un buen momento para hablarlo..., para decir que un día vendría la muerte con sus tijeras y nos recortaría la vida para coleccionarla en su álbum. Como si realmente fuéramos siluetas recortables de papel, figuras impresas en una lámina aguardando el corte inapelable de unas tijeras.
1 comentario:
Si alguna cosa sabemos todos es que la muerte, con sus tijeras, no dejará de visitarnos. No sabemos cuándo, ni cómo, ni dónde nos alcanzará. Pero la vemos ahí, acechándonos y provocándonos miedo, no solo por nuestra muerte, sino por la de aquellos que amamos y que antes o después de nosotros, acabarán como figuras de papel
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