martes, 4 de agosto de 2020

OTRA VIDA AMOROSA


Foto: J.X.

Cuentan que el novio vagabundo y borrachín que iba al cementerio a brindar con la novia muerta (ocultaba un botellín de champán y dos copas en una bolsa, bajo una ramo de flores), se duchaba dos veces al día para que la muerte no le sorprendiera y le pillara de improviso, sin estar bien aseado y preparado para salir.
Quería asistir, limpio de cuerpo y alma, a la cita definitiva con la novia muerta, y eternizar los brindis.
La novia muerta sonreía mientras esperaba: ya conocía las manías y angustias de él sobre la vida y la muerte.
Y que a veces, la vida y la muerte, se esconden, amorosas, en la oscuridad de las tapias de los cementerios, detrás de los árboles, como dos enamoradas que entran y salen de los jardines cerrados. Sin que los mortales las vean.


1 comentario:

coleccionista de palabras dijo...

Si los mortales vieran lo que se esconde detrás de la oscuridad de las tapias de los cementerios, también ellos asistirían limpios de cuerpo y alma, con un botellín y dos copas de cava bajo un ramo de flores, mientras la novia muerta les espera sonriente para eternizar el brindis.