Foto: J.X.
Era
el confinamiento.
Todos
los refugios de la ciudad estaban ocupados.
No
había ningún refugio para el abandonado.
Uno
de los abandonados del barrio, debía soportar el doble
confinamiento, el físico y el espiritual, en un piso pequeño de
alquiler, sin ascensor.
Un
piso pequeño que no era su casa, sino la casa de la novia muerta,
rodeado por las paredes del abandono, y por todos los objetos que habían dado forma y vida a la casa, objetos ahora callados, también ausentes, sin
vida casi.
No
había otro refugio.
Es
verdad: otros abandonados no tenían ni un pequeño piso de alquiler
sin ascensor, ni un ordenador, ni un móvil.
Desde
el ordenador, escribiendo y recibiendo palabras, y desde el móvil,
hablando y escuchando, fue reconstruyendo día a día, mes a mes, la
estrategia para sobrevivir al doble confinamiento en ese pequeño
refugio. Tan frágil, que a él le parecía de cristal resquebrajado,
y donde sólo quedaban testigos casi escondidos, callados, del
abandono, de la ausencia.
Las
macetas del balcón compartían la soledad de la casa, de aquel
refugio de cristal roto, pero no dejaban de crecer nuevas plantas y
flores que nadie plantaba.
2 comentarios:
Su refugio es un piso pequeño de alquiler sin ascensor. Todos los ciudadanos siguen confinados en distintos habitáculos, unos mas lujosos, otros casi inhabitables donde cada cual busca en su refugio una manera de pasarlo lo menos dolorosamente posible.
Para él sin embargo el refugio no es sólo material, implica sentir espiritualmente unas paredes de cristal roto donde ya no tienen vida los objetos, que ahora solo le ofrecen abandono, e intenta llenar estos vacíos con las palabras escritas y telefónicas.
Sólo las macetas del balcón le ofrecen también compañía, desde el abandono no dejan de florecer.
un relat ple de sensacions, d'absències i d'estrategies per fer més suportable aquest doble confinament. Tot dit d'una manera poètica i metafòrica.
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