Foto: J.X.
No pueden más, pero siguen.Malheridos, se arrastran.
Rotos, apedazados, agujereados, troceados con tijeras oxidadas, y cosidos al azar.
Otra vez descuartizados casi, y vueltos a coser, esta vez por una mano amorosa.
No piden que nadie les quiera ni les compadezca.
Se acabaron las palabras, sobran los gestos, el silencio es otro residuo.
Son el corazón y el alma, que no pueden más. Pero siguen, como un enamorado acuchillado de noche por el fracaso, clavado en el muro de piedra de la realidad, esperando en vano aún horas y horas, bajo la lluvia. Un corte, reventará las venas hinchadas de amor muerto, que se desparramará por el brazo, goteando y enrojeciendo el charco de lluvia al pie del muro.
Sin embargo, el enamorado crucificado en el muro de piedra, haciendo un esfuerzo más, podrá aún desclavarse del muro. Se caerá junto al charco, se levantará del suelo, maltrecho, y empapará el pañuelo con los restos de amor muerto que se han derramado por el brazo.
Como si recogiera en el pañuelo los pétalos rojos mojados y rasgados por la lluvia, que no quiere que los demás vean mañana al pie del muro, en el charco de la espera.
(Los más realistas opinan que murió consumido, encharcado en sangre, no por desamor exclusivamente, sino de pura fragilidad y miedo a la vida desde su infancia.)
3 comentarios:
Sentirse correspondido en el amor puede ahuyentar el miedo a la vida. En el abandonado por el amor, su condición es más frágil frente a la vida. De todas formas, el miedo en sí mismo también protege si lo sabes llevar.
Ramòn Lupiañez
Jorge de los Santos
Ariel Fridman
Isabel Mercadé
Mireia Puertas
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