Dibujo y foto: J.X.
La muerte no la raptó en seguida.
Estuvo más de un año yendo de ronda con ella por calles, plazas y hospitales.
A la muerte le gusta jugar a los equívocos, esperar y desesperar a las víctimas del juego, merodear con ellas, engañarlas, antes de que la saliva y otros líquidos se escapen del cuerpo sometido a su dominio.
Prolongar las noches de ronda y dolor, hasta que finalmente se terminen la ronda absurda y los juegos de azar, y sea raptada la víctima propiciatoria, una de las escogidas para hoy.
Fue así como la raptó a ella y se la llevó con los ojos abiertos, mirando sin mirar, envuelta en cenizas y flores, mar adentro, pero otro mar, a las profundidades de un mar desconocido.
Del alma, nadie sabe nada, ni dónde se ocultaba entonces, ni dónde está ahora, desaparecida en algún abismo del mar o en la luz intermitente de una cita en el espacio. Seguramente una cita tan falsa como en el caso de algunos enamorados, en ningún lugar.
En ningún lugar. O, tal vez, aguardando la llegada perfumada de una flor. La cita, tal vez, de otra flor, una flor, la misma flor. Aquella cita imposible, trágica, de unos enamorados que mueren de amor, con una flor despellejándoles los dedos hasta sangrar.
Toda la tristeza del mundo se acumula en las viejas paredes en que se apoyan las citas imposibles.
2 comentarios:
Emocionante y tierno al mismo tiempo que nos hace sufrir. Un relato sobre de la crueldad de la muerte.
Eduard Sanahuja
Angel Rodriguez
Jorge de los Santos
Coco Rodriguez Margalef Rodriguez Margalef
Carme Rius
Mireia Puertas
Sílvia Darnís
Teresa Shaw Urioste
Raúl Yagüe Yagüe
Montserrat Sastre Planella
Ariel Fridman
Efi Cubero
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