La serpiente de la culpa se introdujo dentro de él y le devoró las entrañas.
No podía devorarle el alma, pero la mordisqueaba, infatigable, en cuanto tenía la menor ocasión.
Con las entrañas comidas y el alma mordida, no le resultaba nada fácil continuar viviendo como si estuviera entero por dentro.
Un día apunté en un cuaderno una de sus confesiones: “Todos vivimos bajo el principio del horror. Pero todo horror es distinto a medida que crece y se contagia de amor. De tal manera que uno, contagiado, puede morir a causa de él, de ese amor que acaba por matar al horror en que uno se ha convertido.”
Tan solo mucho tiempo después, al vivir algo semejante, entendí aquella frase, su profecía. Me conmovió imaginar días de horror contagiados de amor. Sobre todo, ya entonces me intrigó el verbo “contagiar” relacionado con la palabra amor y sus efectos letales sobre el horror. Hay cosas que se comprenden demasiado tarde.
Los puños y los cuellos de las camisas, con el paso del tiempo, se deshilachan, como los puños y los cuellos de los cuerpos de la vida diaria.
2 comentarios:
Ramòn Lupiañez
Mireia Puertas
Coco Rodriguez Margalef Rodriguez Margalef
Ariel Fridman
Jaime D. Parra
Amparo Hounie
Isabel Mercadé
Pinto Calama
Hay cosas que se comprenden demasiado tarde. Sin embargo una vez comprendidas es tan grande el dolor de no haber sabido reconocerlas, como un amor que pasa y no haber reconocido su contagio, que jamás dejaremos pasar otra vez un sentimiento así sin gozarlo.
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