sábado, 5 de septiembre de 2020

LA BRUTALIDAD DE LOS DÍAS


Foto: J.X.


En aquel mundo brutal, civilizado pero desalmado, ya sólo quedaban unas pocas reservas de ternura y delicadeza.
La brutalidad de los días lo reducía todo a cenizas.
Arrasados pueblos y ciudades, incendiaron bosques y selvas, envenenaron ríos y mares.
La brutalidad de los días mataba a los vivos y volvía a matar a los muertos.
Pero había tanta sangre derramada, que ésta se levantó como una ola colosal, ilimitada, que purificó las aguas envenenadas y detuvo el fuego exterminador.
Era la sangre amorosa.
Mientras tanto, en un lugar remoto de la tierra, bajo unas rocas partidas por los relámpagos, y disimuladas bajo los árboles carbonizados y las flores quemadas, continuaban enraizadas aquellas escasas reservas de ternura y delicadeza, como un pequeño tesoro oculto de sangre amorosa. Lo custodiaban todos aquellos que sobrevivieron a la barbarie, y todos los muertos que se incorporaron para vigilar a los vivos bárbaros, desalmados.
En el bosque de los espíritus, también estaban atentas y vigilaban todas las novias muertas, dispuestas a morir otra vez para que no se derramara aquel resto de sangre amorosa atesorada.

2 comentarios:

garviferrocarril dijo...

Muy Bueno este relato, de los mejores, es rotundo y se deja sentir.

una lectora del barrio dijo...

En el momento descrito, la salvación fue la sangre amorosa, empapando con su dulce y suave líquido, y así proteger a un mundo cruel y desalmado de los vivos. Con la ayuda de los espíritus, están atentas las novias muertas a que no haya más sacrificios.