Dibujo y fotografías: J.X.
Alrededor
de ciertos árboles, hay unas flores disimuladas, falsamente
marchitas, que atraen la sangre amorosa de las novias muertas y la
transforman en un delicado perfume.
Es
decir, se hacen las marchitas, para que a nadie se le ocurra hacer un
ramo de flores con ellas.
Así,
de este modo, pueden seguir ahí, menospreciadas por el capricho
humano de hacer un ramo. Disimuladamente marchitas junto a los
árboles, atrayendo la sangre amorosa de las novias muertas y
perfumando todo el bosque.
Sin
que nadie sepa de dónde procede esa delicadeza, esa esencia de flor,
misteriosa, que sube de la tierra, ¿de qué flor?, y se expande más
allá del bosque y de las montañas.
El
aroma de esas falsas flores mustias -que no se marchitan ni se
marchitarán jamás-, llevarán la sangre amorosa de las novias
muertas hasta el olor del mar, y ambos se fundirán y se esparcirán
en el aire, hacia arriba, hacia un espacio desconocido, sin nombre.
1 comentario:
Un caso maravilloso, como maravillosamente narrado con la sensibilidad y ternura que hay casi siempre en estos textos.
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