Foto: J.X.
Cuentan
que fue la gran pérdida de su vida.
Mientras
apostaba a favor de un número, siempre el mismo número, iba siendo
víctima del azar, de la ruina.
Creía
que ganaría lo que soñaba, lo que ansiaba, aunque no sabía
exactamente qué era lo que ansiaba.
Era
como una pesadilla de la fortuna, que le hacía sacrificarlo todo
apostando una y otra vez al mismo número. Una obsesión, una locura,
comentaban algunos.
Mientras
tanto, lo iba perdiendo todo y se precipitaba cada vez más abajo,
golpeándose contra las rocas del abismo, contra la ruina más
absoluta.
Cuando
se dio cuenta, era demasiado tarde.
Ya
no quedaba nadie a su alrededor.
Había
apostado y había perdido.
Todas
las ganancias se las llevaron los secuaces de la mala vida y la mala
muerte.
Se
había jugado la vida.
1 comentario:
Jugarse la vida a un número no suele traer buenas consecuencias. Si se insiste, si no se cambia de número, si uno se obsesiona con este juego, te arrastra a una muerte segura.
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