Una
palabra funambulista recorre, paso a paso, el hilo de alambre.
Vacilando,
suspendida a unos 30 metros de altura.
Sin
red.
En
el suelo de la pista no hay arena, sino cristales rotos.
El
circo no tiene carpa. Se puede ver el cielo.
Hoy
no hay público.
La
palabra funambulista ensaya el próximo número, haciendo
equilibrios sobre el hilo de alambre.
Paso
a paso, la artista está dudando entre la vida y el vacío, entre el
sonido de los aplausos de mañana o el último silencio, la última
actuación de la palabra en el escenario.
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