Foto: J.X.
Absorto
en la ausencia, en el abandono de la novia muerta, se extravió por
el camino y no pudo ir en su búsqueda durante unos días.
Fue
entonces él quien tuvo que abandonar a la novia muerta. No podía
visitarla, de momento, para entregarle una flor y brindar con ella
otra vez en el espacio íntimo de una isla, donde ella se alojaba.
Había
guardado el botellín y las copas de champán que tenía reservadas
para el próximo brindis, un material furtivo que, el día de la
visita, sería camuflado en una bolsa bajo unas flores.
Ahora,
pues, el abandono era mutuo.
1 comentario:
Una manera muy triste de ver el abandono como un acto querido, cuando, en realidad, nadie quería abandonar a nadie.
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