Foto: J.X.
Ya
de niño contaba hasta tres para que Dios le dejara vivir hasta la
próxima fiesta familiar, o hasta el Domingo de Ramos y el de Pascua,
o hasta el día de Navidad, el de Año Nuevo y la Noche de Reyes, o
hasta la verbena de san Juan, celebrada en toda la ciudad, y la de
san Pedro, en la Barceloneta, el barrio de los pescadores.
Cuando se arrepentía de algo que hubiera hecho mal a escondidas, se ponía un alfiler en la lengua, ante un espejo, y contaba hasta
tres para sufrir el merecido castigo, antes de sacarse, con angustia, el alfiler de
la boca.
Antes
de morir, contó hasta tres.
Algunos de sus conocidos decían que dicho número era un símbolo alquímico, mágico o simplemente una superstición; otros, opinaban que se refería al triángulo divino de la Santísima Trinidad.
Pero
uno de sus amigos comentaba que ese ritual era para invocar e imitar
a su tía paterna, la curandera, que hacía una imposición de manos
sobre la cabeza y contaba hasta tres para sanar los celos amorosos de
los niños.
Exorcizar
a la muerte, al dolor, contando hasta tres, como una acción de amor
a la vida.
De
todos modos, nada se sabe del cierto sobre los distintos rituales
mágicos de ese niño, un aprendiz de brujo que contaba hasta tres
para seguir viviendo.
Muchos
años después, cuando ya no creía en la redención mediante
aquellos castigos infantiles que se autoinfligía, y que a la vez se
había convertido ya en el abandonado de la novia muerta, proseguía
contando aún hasta tres. Pero no para continuar viviendo, sino para
matar el tiempo, que no es lo mismo que vivirlo, como le advertía un
vecino psicólogo.
1 comentario:
Preciós homenatge a la tieta amb la poesia del numero 3.La nostra educació catòlica ens feia administrar-nos aquests càstigs de dolors físics, amb renúncies a coses que ens agradaven o penitències en forma d'oracions repetides...
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