Foto: J.X.
Él
hoy se atreve a preguntar a los espíritus sobre una cuestión
familiar.
La
pregunta es la siguiente: ¿El espíritu de mi tía paterna -que
curaba los celos amorosos de los niños, y paseaba por casa cuando su
esposo difunto la visitaba por la noche-, ella, su espíritu, tal vez
está con vosotros, en el bosque?, pregunta él.
Verás,
en el bosque de los espíritus no tenemos aquella forma ni aquella
identidad que nos clasificaba en el pasado, explica uno de los
espíritus. Aquí nos vamos conociendo por algunos de nuestros actos,
costumbres y aficiones.
A
modo de ejemplo: hay uno que resbala con las flores, otro que gusta
de beber cerveza; uno que baila del brazo de las novias muertas, otro
que silba viejas canciones; uno que dibuja siempre el mismo árbol,
otro que canta baladas..., y así otros, muchos otros, cada uno con
su modo de hacer las cosas aquí, en el bosque, añade otro de los
espíritus.
Entre
los cuales, el espíritu de tu tía paterna podría ser aquel que,
junto al río, acaricia las flores marchitas y las malas hierbas,
como haces tú, y recibe a los espíritus pequeños que ascienden al
bosque antes de tiempo, extraviados, sin que nada ni nadie pueda
orientarlos desde abajo. En cuanto llegan, esos pequeñuelos son
invitados a entrar en el bosque y a convivir con las novias y los
novios muertos, bajo nuestra protección amorosa, indica el espíritu
que resbala con las flores.
Hay
un murmullo de hojas que viene del otro lado del río, que sube con
la brisa y luego desciende y resuena dulcemente en el interior de
una piedra.
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