Foto: J.X.
Él
dice que no es soltero, ni casado, ni separado, ni viudo.
Simplemente, cuando no pasa unos días en el bosque de los espíritus,
vive en estado de soledad en casa de la novia muerta.
Antes,
sí, tenía una compañía que creía ilimitada. Ahora ya sabe que no
era así, que no era ilimitada.
Los
espíritus le responden que siempre los tendrá a ellos, en calidad
de guarda y compañía, como si fueran ángeles de la guarda, pero
que no lo son, aclaran para evitar confusiones espirituales.
Él
dice que cree en los espíritus, como su tía paterna, medio maga,
medio espiritista, que curaba los celos amorosos de los niños del
barrio con una imposición de manos en la cabeza. No cobraba ningún
dinero por ello, advierte: era una pura acción espiritual de amor, y
a veces las madres le regalaban unas flores, como agradecimiento por
la cura de los celos amorosos.
Los
espíritus le aseguran que guardarán y mantendrán en pie su alma
herida en este mundo, mientras viva, y después en el bosque.
Después..., si él quiere y los invoca, saldrán a buscarlo y lo
raptarán del cementerio o de donde sea, como han hecho con la novia
muerta, y lo traerán otra vez al bosque de los espíritus, desde
abajo.
Él
les da las gracias y les expresa su admiración por ese eterno bajar
y subir con que los espíritus salen en busca de las novias y los
novios muertos, para darles refugio en el bosque.
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