(Fotografías: La flor del tilo, miniatura de teatro de marionetas y un violinista vagabundo, creados por J.X.)
Hoy,
el espíritu que resbala con las flores, ha pisado sin querer unas
hojas de tilo y se ha caído de lado, junto a unas flores amarillas que un golpe de viento ha arrancado de las ramas más bajas del tilo.
La
ventaja de ser espíritu es que ya no te haces daño ni dañas a los
demás, comenta el espíritu mientras se incorpora y muestra unas
flores que se le han prendido en la caída.
Sí,
los tilos ya han florecido y el mundo huele a tila, dice otro
espíritu del bosque.
Cuando
el dolor se alarga y se extiende de un día a otro, éste se va
alejando al mismo tiempo del primer día de dolor, del origen del
dolor, y en consecuencia deja de ser un dolor reciente, pero ¿provoca
aún igual daño?, pregunta él, sin entrar en la conversación de
los espíritus sobre el florecer de los tilos.
Depende
de cada doliente. Para unos, el paso del tiempo, esa distancia
ineludible puede suavizar el dolor y reconfortar el ánimo, dice un
espíritu.
Sin
embargo, para otros, el dolor es siempre un dolor reciente, idéntico
a sí mismo desde el primer día, advierte otro de los espíritus.
Como
un dolor reciente, siempre..., un dolor idéntico día tras día...,
repite él dos veces, moviendo las manos como si fuesen marionetas
tristes.
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