Cuenta
la leyenda del parque de una ciudad, cuyo nombre no recordaremos (por
seguridad), que un mono -descendiente de otro mono, Pedro el Rojo,
que un día hizo un discurso en la Academia kafkiana-, preguntó un
día mediante el lenguaje de los signos (esos monos tienen la lengua
cortada): "¿Por qué la política y la religión, en caso de
desavenencias, sacan, no lo mejor, sino lo peor del llamado ser
humano, llegando a la agresión verbal y a la violencia física, a la
voluntad de exterminio del otro, y la palabra queda muerta, asesinada
por uno u otro o por ambos a la vez?"
Y
otro mono, muy viejo, contestó mediante signos: "Porque el ser
humano no desciende del mono, como se ha argumentado tantas veces,
sino de otro animal, el más mortífero desde la prehistoria: el
hombre, ese animal que ya enjaulaba a los monos para distraerse. Les
cortaban la lengua y los torturaban hasta la muerte para que no
pudieran contar jamás la verdadera historia del origen del hombre,
de su especie: la sangre, la sangre derramada, vertida por ese animal
del mal que es el hombre. No por el mono u otro animal."
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