Foto: J.X.
Espera. Espérate. Espérame. Esperemos.Conjugar el verbo “esperar”, en cualquier tiempo, resume toda la felicidad e infelicidad de este mundo.
Todo comenzó, para él, esperando en vano en una esquina.
Rechazo. Desengaño. Ausencia insoportable.
Así aprendió a morir, a desesperar, a matar el amor que había descubierto. Amor y muerte.
El suelo tenía una alfombra estampada con flores, unas orquídeas descoloridas, avergonzadas de ser flor pisoteada, y que se fueron cubriendo de sangre. Flores de alfombra empapadas de sangre.
No podía esperar más. Pero le obligaron a esperar.
Esperó, pues, otra vez.
Y tuvo una segunda oportunidad amorosa, una bella, larga y compleja realidad amorosa, donde ambos crecieron y se descarriaron, pero supieron esperar, y el amor resistió. Esta vez hubo suerte: todas las heridas, por fuera y por dentro, se transformaron en amor indestructible.
Hasta que llegó la muerte.
La ausencia insoportable, otra vez, una ausencia mortal.
Un cartel anunciaba:
“Lágrimas para los ojos secos, lágrimas con descuento, en la farmacia de enfrente".
Amor en el vacío, amor puro, amor vacío. Sin palabras, sin piel, sin nada. Bueno, y qué, y qué.
Quién empuja a quién, cuando hace demasiado tiempo que caminas por el borde del abismo.
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