Foto: J.X.
Hablaba con los difuntos que amaba, y esto no lo entendían sus familiares ni sus vecinos, los vivos.
Hablaba con los difuntos que amaba para que le indicaran dónde, en qué lugar del bosque se refugiaba el corazón de la novia muerta.
Y mientras andaba por el bosque y preguntaba a los difuntos, no dejaba de expiar la condena, sus días de perdición, invocando, desesperado, el aliento del amor perdido.
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