Foto: J.X.
Vuelve a escribir.
Escribe que no tienes el corazón muerto, porque ella vive dentro de ti.
Escríbelo otra vez. No tienes el corazón muerto, porque ella viene a ti, amorosa, y tú la acoges, y ella, con tierra en los ojos, en los labios, en las manos y en los pies, se limpia con agua de mar y, más reconfortada, vive dentro de ti, y dando un paseo con ella, y otro y otro paseo más, la distraes de su muerte, y ambos escucháis los murmullos de los árboles y los cantos de los pájaros y el silencio de las flores.
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