miércoles, 17 de mayo de 2023

UN EVADIDO DEL INFIERNO

Foto: J.X.


I

No quería besar a nadie porque temía contagiar la vida oscura que había arrastrado a lo largo de tantos años. Ésta sería su forma de arrepentimiento: no besar jamás.

No besar jamás a ningún ser humano, a ningún ser vivo, ni animal ni flor.

Dejar algunas flores o unas hierbas aromáticas en esos nichos donde no hay más que abandono, con los nombres borrados en la piedra, o sin nombre.

Exhausto, con el alma hecha trizas, llega al bosque de los espíritus. ¿Y ahora qué? El precio es alto, si te has atrevido a llegar. Alrededor, una pendiente. Hay que descender. Perdida, el precio de la inocencia es alto, si no irrecuperable. No hay rebaja posible. El precio es tan alto, que es de muerte. Ascender es morir.


II

La verdad y toda la verdad era que no había atravesado el infierno dantesco, decía cuando tomaba una segunda cerveza. Pero sí el infierno de la vida cotidiana, ¿acaso hay peor infierno que éste?, preguntaba, y luego recitaba un poema romántico:


Cuando ya no podamos oír

el lamento del mar,

ni podamos hablar

con las flores marchitas;

cuando ya nadie recuerde

tu delicadeza ni mi tristeza,

cuando ya nadie nos persiga,

entonces tú y yo estaremos juntos

más allá de las raíces de todas las flores,

donde cantan las aves muertas.




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