Foto: J.X.
Cuando estaba malhumorado, triste, desconsolado, merodeaba por las callejuelas, por los callejones sin salida, retando a la muerte.
Había sido un enamorado efímero a lo largo de su vida. Sin embargo, la primera y la última vez fueron enamoramientos peligrosos, trágicos. Sobrevivió al primer amor. Pero cayó de bruces en el último amor. Desde aquellos día se arrastraba por esquinas desconchadas, como un gusano de seda que hubiera caído de un tallo quebradizo y ahora se arrastrara por la tierra, con temor a ser aplastado por un zapato cualquiera, sin escapatoria, sin salida posible.
Él, al levantarse del suelo, sosteniéndose a duras penas, ya no semejaba aquel gusano de seda, sino una mariposa clavada con un alfiler en una libreta escolar, pulverizadas las alas en la mano de un niño.
(Alas rasgadas, hechas polvo. No en vano había hecho “prácticas sedosas para el futuro”.)
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