Foto: J.X.
Iba otra vez al cementerio, no con devoción o pena, sino con ansiedad.
Tenía una cita amorosa con la novia muerta, y ya se demoraba. De ahí la ansiedad. Pasaban cinco minutos de la hora prevista.
Pero el autobús ya estaba a punto de llegar a destino, muy cerca del lugar de la cita, bajo los dos árboles más frondosos.
Monstruos modernos invaden la ciudad. Pasas entre ellos como una sombra.
Llegas a la cita. El kiosco de las flores está de vacaciones. Visitador furtivo, mueves las ramas de los arbustos para arrancar tres o cuatro flores.
Agitas el reposo de la novia muerta concertando vanas citas de amor para entregarle esas tres o cuatro flores.
Trozos de corazón se arrastran por la tierra. Son restos de corazón quemados por los hombres, que cubren de ceniza toda la tierra.
Arden como flores que derraman la última sangre.
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