Foto: J.X.
Solo él vio su última mirada (no sabe lo que ella veía), y le cerró los ojos.
Cuando uno anda al azar, sin destino, con el corazón mordisqueado y un pedazo reseco de alma dentro del cuerpo, ¿qué más te puede sostener?, pregunta y no pregunta, mirando al vacío.
Hay un dolor que no se puede compartir.
No sé qué decirle. Dejamos por hoy las palabras.
Un muerto, sentado a la barra del bar, me guiña un ojo, pide otra copa de cava y brinda por nosotros dos.
Le sonrío y le doy las gracias.
Mi compañero me advierte que no es bueno confiar en desconocidos, aunque estén muertos.
Le digo que la novia muerta pensaba lo contrario. Por una extraña razón, que nunca entendí del todo, ella confiaba en las flores de los desconocidos.
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