Foto: J.X.
Cuando se sentía mejor, era cuando acudía a la cita con la novia muerta y se sentaba a su lado, a la sombra de un ciprés.
Le entregaba un ramo de flores para sobornar a la muerte y perfumar el abandono y la dejadez de sus confidentes.
Brindaban con las copas y el botellín de champán que el novio traía de casa, camuflados en una bolsa, entre hojas de periódico, para despistar a los funcionarios, que no querían ni citas ni celebraciones de amor en aquel lugar exclusivo de muerte, no de vida amorosa.
Ésta es la historia de amor que contaban unos vecinos en el portal de la casa de un amigo.
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