Foto: J.X.
Nunca más aquella voz, aquella mirada, nunca más, aquel afán de recorrer los caminos y atravesar todos los bosques, mirar los árboles y todas las flores, todos los pájaros, todas las piedras y musgos del bosque, todos los colores del cielo, todas las nubes y todos los ríos, nunca más.
Nunca más el contacto de unos labios vivos y unos labios muertos. El último beso, un beso morado, como una violeta solitaria que se va deshojando en la habitación de un hospital.
Pero es un beso, aún, después de bajarle los párpados.
Lo peor viene después, cuando ella se queda sola, cierras la puerta y sales de la muerte, solo también, con un beso medio vivo y medio muerto en los labios.
Cuando ya nada es posible. Ni un beso medio muerto.
Salir de la muerte para entrar de nuevo en la vida, malográndola a tu pesar, resentido con ella, con la vida, con todo lo vivo que te recuerda a la muerte que llevas clavada muy adentro.
No se puede salir de la muerte, incólume, y recomenzar la vida como si un tiempo de duelo hubiera curado la más profunda herida, aquel beso medio vivo, medio muerto, aquel beso malherido, incurable.
Todos los cuentos tienen la última página rota: el beso amoroso no pudo despertar a la durmiente hechizada, y Blancanieves muere en una recóndita morada del bosque, rodeada de árboles y el canto triste de los pájaros que entonan la despedida, mientras el beso medio vivo, medio muerto, se va río abajo con el alma de la durmiente hechizada, que el beso amoroso no pudo despertar.
Pero en la vida hay besos más muertos aún que este último beso, dado antes de cerrar la puerta, salir de la muerte y bajar las escaleras blancas, abrir otra puerta y cruzar la calle del frío, donde todo está oscuro y desolado, buscando un contenedor para la ropa y los zapatos que se han quedado vacíos de cuerpo.
Un beso medio vivo, medio muerto, como un desgarro de pétalos marchitos que se desprenden de la flor muerta y caen bajo la lluvia, al precipicio, oliendo a flor todavía.
2 comentarios:
Anna Monzó Almirall
Mireia Puertas
María José De Los Santos Auñón
Eduard Sanahuja
Isabel Miñones Caamaño
Oriol Sàbat Àlvarez
Raúl Yagüe Yagüe
Inma Arrabal Cano
Ramòn Lupiañez
Jorge de los Santos
Alberto Gimeno
Jaime D. Parra
Efi Cubero
Isabel Mercadé
La muerte gana por unos instantes y se muestra vencedora, pero últimamente pienso que hay glorias efímeras como esos nubarrones que luego quedan en nada.
Quizás en el bosque de los espíritus podría haber respuestas, por supuesto más que en el bosque de los marcianitos de los que tanto se habla.
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