Foto: J.X.
Un paso tras otro, hasta el final del camino, que no es el final, sino el principio de una incógnita que se extiende en el infinito.
Más allá.
El punto, abriendo, señalando la incógnita (¿), sería el inicio para cruzar el laberinto terrenal, hacia el espacio sin límites, merodeando, quizá absurdamente, en la espiral del vacío.
Colgados (¿) de la incógnita, como una res en el matadero, pero ya sin aquella sangre animal, que, después de estremecerse, agonizar y morir, cae a borbotones, desangrándose el animal cabeza abajo, estigmatizando el suelo y las profundidades de la tierra.
Aguardando la otra sangre, la sangre amorosa, la misteriosa (por no decir imposible), la misteriosa sangre amorosa, que ya nadie podrá derramar.
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