Foto: J.X.
Al penitente extranjero de la iglesia de la parroquia de Sant Jaume, lo llamábamos “el Calcetines” porque siempre llevaba unos pantalones que le quedaban cortos, dejando los calcetines al descubierto.Por las mañanas, pedía limosna recostado en el alféizar de un ventanuco bajo de la Catedral, sellado con cemento y una reja en forma de cruz. Las monedas eran para un cartón de vino. Ponía un bote de latón a sus pies. A veces estaba medio dormido, y cuando oía el sonido de unas monedas repicar en el bote, decía “grachie”, sin abrir los ojos (era pelirrojo y parecía eslavo).
Por las tardes, lo podías encontrar en la parroquia de Sant Jaume, iglesia que está cerca de la Catedral. Se arrodillaba junto al altar y se arrepentía de todo lo que aún recordaba. Luego, se levantaba, y sonreía a nadie, al vacío.
Los días de fiesta, ayudaba a hacer la recolecta en las misas, y dicen que de allí, de la bandeja petitoria, no tocaba ni una sola moneda para cartones de vino.
Lo llamábamos “el Calcetines”.
Así lo había bautizado también su novia muerta, nos confesó un día, y mi amiga (que hoy es también una novia muerta) y yo nos quedamos alucinados.
"La novia muerta", otra vez una señal de la novia muerta desde un rincón donde crecen y se marchitan las flores cada semana.
1 comentario:
¿Cuántos "Calcetines" habrá , bebiendo, rezando, agradeciendo con mirada perdida las pocas monedas que caen en su bote? Seguramente más de los que podríamos imaginar. Sin embargo, este "calcetines" debe ser especial.Y así lo entendemos cuando su novia muerta le llamaba también "Calcetines". Pensamos que este nombre pronunciado por ella, no solo se debía a que el "Calcetines" llevaba pantalones que le iban cortos.
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