Foto: J.X.
Ninguna
palabra. Ningún silencio.
Ningún
abandono. Ninguna ausencia.
Ningún
dolor. Ninguna tristeza.
Ninguna
vida. Ninguna muerte.
Antes
de doblar la esquina, volvió a repetirlo:
Ninguna
palabra. Ningún silencio.
Ningún
abandono. Ninguna ausencia.
Ningún
dolor. Ninguna tristeza.
Ninguna
vida. Ninguna muerte.
Saludó
con la mano antes de doblar la esquina.
Al
final de la calle, un vacío deslumbrante no dejaba adivinar lo que
había al fondo, al final de aquella calle.
Algunos
transeúntes, sin embargo, continuaron andando. Otros, se desviaron
por la esquina que acababa de doblar aquel desconocido.
Sólo
un transeúnte permaneció quieto, seguramente más deslumbrado que
los demás por el vacío.
Se
acercó a una pared húmeda, agrietada.
Con
las manos contra la pared, abriéndolas y clavándolas como garras de
buitre, desesperado, intentaba en vano agarrarse a algunas de las
grietas de la pared.
Lentamente,
fue resbalando al suelo, con las manos contraídas, acalambradas,
arrastrando en su caída arenilla sucia de la pared húmeda,
agrietada.
No
sabemos nada más.
2 comentarios:
Este relato es muy BUENO, aunque no es UNA novedad en el sentido de tu literatura y RELATOS EN GENERAL
Es la verdad: has creado una atmósfera y estilo literarios DONDE EN CADA PALABRA retrates al hombre y sus vértigos, aunque sea andando por la acera.
Trist i fosc aquest darrer poema.
Dicen que no es bueno ni para el ánimo ni para la salud pasear por una calle húmeda, y sobretodo nada recomendable asirse a las grietas de una pared.
Mejor no saber nada más.
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