martes, 6 de agosto de 2019

OTRO HORROR



Debe ser un horror escuchar, a escondidas, cómo algunos de tus amigos o familiares más próximos hablan mal de ti, tan mal, que te dejan hecho un asco, una basura. Por no hablar de los simples conocidos o vecinos. Pues bien, imaginemos por un momento lo que, ahora mismo, estarán hablando de nosotros, ciudadanos comunes, esos políticos de cualquier signo, esos banqueros, empresarios, religiosos, militares y otros grupos de poder, de cualquier clase. Es decir, todos aquellos en quienes hemos delegado nuestro destino, y que nos necesitan para cumplir con sus funciones, para seguir ejecutando sus planes, que casi nunca coinciden con los nuestros, sino todo lo contrario. Así que, como decía, debe ser un horror escuchar lo que estarán diciendo ahora mismo para utilizarnos y embaucarnos mejor, comenta alguien en el bar.
¡Es usted un anarquista!, exclama la cuñada del dentista,
No, señora, gracias. Esos anarquistas que se llenan la boca con tanta lucha universal y cantos internacionales, nunca ven, o no quieren ver, las injusticias que tienen delante de su propia nariz, en su propia tierra, y viven la mar de cómodos y satisfechos intentando resolver los problemas universales, cuanto más lejos, mejor, contesta el desconocido.
No era así mi abuelo, ni mucho menos. Era revolucionario y contrario a la violencia, y por eso mismo perseguido por unos y otros, por los enemigos de allá y de aquí y por algunos conocidos y supuestos amigos, advierte la nieta del anarquista.
Un tío mío, hermano de mi madre, era desertor, quería vivir. Denunciado por un vecino amigo de la familia, fue detenido y encarcelado, explica la sobrina de la peluquera.
Mi padre sobrevivió en el monte, como un conejo de madriguera, al lado de otros conejos, como decían los fascistas, comunistas y anarquistas de aquel tiempo, burlándose y riéndose mientras jugaban a la ruleta rusa entre ellos y con los demás, paseándolos, explica la vidente del barrio.
Malos, muy malos tiempos, señala el politólogo.
Malos tiempos siempre para los mismos, añade el periodista en paro..
Estoy harta de tanto veraneo y violencia, de tantos discursos y manipulaciones, tengo ganas de cerrar el bar e irme de esta ciudad, a un lugar desconocido, apunta la dueña del bar.
Todo es inútil. En la cima de la montaña, habrá una, dos, cien, quinientas banderas que la expulsarán y la arrojarán al abismo, resume el humorista.


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