Aunque no es de Bakunin, como diría mi abuelo, creo que el texto de Lenin que les muestro puede ser una buena lectura, polémica pero recomendable, para
aquellos que aún se consideran progres o ligeramente de izquierdas
(el árbol frutal, a la izquierda del jardín, ya no da más de sí), comenta la nieta del anarquista en el bar del barrio.
Espera,
espera, que yo puedo enseñaros uno de Bakunin, replica el humorista.
Como
en los viejos tiempos, cuando en las tertulias clandestinas se
hablaba de revolución y te cerraban el bar o te lanzaban un bombazo,
recuerda el politólogo del barrio.
Sí,
eran otros tiempos, cuando la miseria y la solidaridad eran
nacionales e internacionales, responde el poeta romántico del
barrio.
¡Mientras
todo esto no sea anticonstitucional..., que no me fío nada de
ustedes!, replica la cuñada del dentista.
¡Oigan,
cuidado, que me juego las habichuelas con tanto alboroto!, exclama la
dueña del bar.
¿Quien
teme a Hanna Arendt?, pregunta el periodista en paro.
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