EL CATECISMO Y LA PENA DE MUERTE

Imagen: "La camilla para la inyección letal de la pena capital" (Copyright © Ken Piorkowski 2012)

Después de más de 2000 años de cristianismo y otros tantos de catolicismo, el Vaticano y sus delegaciones europeas, mundiales y galácticas (por ejemplo la Conferencia Episcopal Española, a través de la COPE), declaran que la aplicación de la pena de muerte hace difícil la redención del condenado a dicha pena, comenta alguien en el bar.

¡Sobre todo, la redención en vida, vaya lumbreras!, exclama la vidente del barrio.

Si no fuera trágico, parecería un chiste, una broma o una frase del teatro del absurdo, apunta el humorista.

¿Qué diría Dios de tanto despropósito?, pregunta el politólogo del barrio.

Nada: no está, no contesta ni se le espera, como siempre, contesta la nieta del anarquista.

Será que está muy ocupado en la organización del próximo congreso de su partido, bromea la sobrina de la peluquera.

¡No hagan burla de la Iglesia!, ¡aquí todo es desacato!, advierte la cuñada del dentista.

¿Sabían que en el catecismo anterior, publicado en 1995 y vigente hasta ayer mismo, se justificaba la pena de muerte en caso de necesidad?, lean, lean y comparen, explica el periodista en paro: “La enseñanza tradicional de la Iglesia no excluye, supuesta la plena comprobación de la identidad y de la responsabilidad del culpable, el recurso a la pena de muerte, si esta fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas. Pero si los medios incruentos bastan para proteger y defender del agresor la seguridad de las personas, la autoridad se limitará a esos medios, porque ellos corresponden mejor a las condiciones concretas del bien común y son más conformes con la dignidad de la persona humana" ("Encíclica Evangelium vitae", Juan Pablo II, 1995).

La pena de muerte incluida en el catecismo hasta hoy, ¡qué horror!, exclama la dueña del bar.