Por
las mañanas salgo a correr por una montaña que está cerca de mi
casa, pero cada vez me encuentro con más pasos prohibidos, dice la
hermana del informático.
¡Pues
cambia de montaña!, exclama la madre de la hija okupa.
¿De
qué sirve estimular la salud y la autonomía del cuerpo si luego hay
caminos vedados que te cierran el paso y no te permiten avanzar
libremente?, pregunta la nieta del anarquista.
Eso
de la autonomía del cuerpo y el paso libre prohibido por un
reglamento superior, se parece al barullo constitucional que tienen
allí montado, indica el politólogo del barrio.
La
autonomía a medias viene de una democracia a medias, apunta el poeta
romántico del barrio.
¡De
barullo nada, politólogo, y cuidado, poeta, que tenemos desacato!,
interviene la fiscal del barrio.
Vivimos
siempre a medias: trabajo a medias, vivienda a medias, amor a medias,
salud a medias, solidaridad a medias, democracia a medias, en fin
vida a medias, dice la vidente del barrio.
¡A
medias vivirá usted, que yo soy ciudadana con plenos derechos y vivo
en un Estado monárquico independiente, y no como otros, que quieren
girar la tortilla!, exclama la cuñada del dentista.
Para
hacer una buena tortilla, hay que tener huevos de calidad, apunta la
hija de la bibliotecaria.
Mi
madre compra huevos de payés, dice la sobrina de la peluquera.
¡Todo
a medias, excepto los recortes y las deudas!, exclama la dueña del
bar.
Siempre
el mismo cuento, narrado a medias por un idiota, como decimos en el
teatro, concluye el humorista.
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