Cuenta la leyenda que los dos poetas que presidían la organización de todos los concursos de poesía de aquel pueblo y que siempre ganaban ellos mismos, alternándose en el triunfo y reparto de premios -aunque dicen que eran adversarios y que uno le quitó la novia al otro-, un día, 1 de Mayo, decidieron que era necesario, para el bien de la comunidad, hacer un pacto poético y pensar no sólo en sus propios poemas, sino también en los que otros ciudadanos se atrevían a escribir y publicar.
Al cabo de unos días se reunieron ambos para firmar el pacto, con la condición de que antes cada uno diría unas palabras a sus simpatizantes. El primer poeta dijo: "Firmaremos el pacto poético, pero se hará lo que yo diga". Y dijo el segundo poeta: "Firmaremos el pacto poético, y se hará lo que yo diga".
Como es lógico, no se firmó el pacto poético, y los habitantes de aquel lugar fueron desapareciendo en el sótano de los tiempos, leyendo siempre los malos poemas de los dos poetas que presidían y ganaban todos los concursos, todos los premios.
6 comentarios:
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Lurdes Fidalgo: me gusta · 1
Eva Soc Aixi: EL RELOJ,
Charles Baudelaire:
Los chinos ven la hora en los ojos de los gatos. Cierto día, un misionero que se paseaba por un arrabal de Nankin advirtió que se le había olvidado el reloj, y le preguntó a un chiquillo qué hora era.
El chicuelo del Celeste Imperio vaciló al pronto; luego, volviendo sobre sí, contestó: «Voy a decírselo.» Pocos instantes después presentose de nuevo, trayendo un gatazo, y mirándole, como suele decirse, a lo blanco de los ojos, afirmó, sin titubear: «Todavía no son las doce en punto.» Y así era en verdad.
Yo, si me inclino hacia la hermosa felina, la bien nombrada, que es a un tiempo mismo honor de su sexo, orgullo de mi corazón y perfume de mi espíritu, ya sea de noche, ya de día, en luz o en sombra opaca, en el fondo de sus ojos adorables veo siempre con claridad la hora, siempre la misma, una hora vasta, solemne, grande como el espacio, sin división de minutos ni segundos, una hora inmóvil que no está marcada en los relojes, y es, sin embargo, leve como un suspiro, rápida como una ojeada.
Si algún importuno viniera a molestarme mientras la mirada mía reposa en tan deliciosa esfera; si algún genio malo e intolerante, si algún Demonio del contratiempo viniese a decirme: «¿Qué miras con tal cuidado? ¿Qué buscas en los ojos de esa criatura? ¿Ves en ellos la hora, mortal pródigo y holgazán?» Yo, sin vacilar, contestaría: «Sí; veo en ellos la hora. ¡Es la Eternidad!»
¿Verdad, señora, que éste es un madrigal ciertamente meritorio y tan enfático como vos misma? Por de contado, tanto placer tuve en bordar esta galantería presuntuosa, que nada, en cambio, he de pediros. — CHARLES BAUDELAIRE
El miércoles a la(s) 9:33 · Ya no me gusta · 2
Pacto de poetas, pacto de caballeros.
De damas y caballeros, querrá decir el neorromántico.
Interrogante: ¿No será que todos los poetas, más que escribir poesías, escribís cuentos, es decir, que todos sois unos cuentistas?
Imposible el pacto, tenéis casi tanto peligro como los políticos y sindicalistas oficiales.
Señor o señora, caballerete o señorita, esto es un insulto, y le reto a un duelo al pie del Tibidabo. Escoja bien a sus padrinos...
A Fernández Darío, M Cinta Montagut Sancho, Anabel Rojo Dommering y 3 personas más les gusta esto.
Fernández Darío: Había una vez un concuso donde los participantes tenían que enviar foto con el carné del partido en la boca.
Hace 10 horas · Ya no me gusta · 1
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