I
La "Cervecería Canarias", al fondo de la fotografía, a la izquierda.
Al otro lado, estaba la "Cervecería Vivancos", hoy desaparecida y en su lugar está el restaurante "Les Quinze Nits", donde siempre hay colas de turistas, de extranjeros, como se decía antes.
La "Cervecería Canarias", al fondo de la fotografía, a la izquierda.
Al otro lado, estaba la "Cervecería Vivancos", hoy desaparecida y en su lugar está el restaurante "Les Quinze Nits", donde siempre hay colas de turistas, de extranjeros, como se decía antes.
La
"Cervecería Vivancos" también tenía tienda de patatas
fritas, y de vez en cuando los camareros, a primera hora de la mañana, tiraban un cubo grande de restos de
patatas a la plaza, para las palomas, formando pequeñas colinas a
las que también acudían los niños del barrio que en aquel momento estaban jugando en la plaza. Los fines de
semana jugaban en la plaza todo el día.
La
Plaza Real era nuestra Universidad Libre, con toda clase de historias raras de personas mayores, líos de mujeres y hombres, de fulanas y macarras, amenizado de vez en cuando por la llegada a la plaza de marines norteamericanos y sus
novias, que eran nuestras vecinas, primas o hermanas mayores, que
hacían de prostitutas eventuales cuando venía la sexta flota al
puerto de Barcelona a descansar y a beber tanques de cerveza (vasos
grandes de litro).
Los marines eran simpáticos con los niños -a
diferencia de los funcionarios fofos o enjutos que conducían aquellas camionetas municipales de limpieza para
hombres (vagos, maleantes y mendigos) y mujeres pobres y niños
abandonados y perreras para perros-, eran simpáticos los marines y nos
regalaban chicles y otras golosinas y luego se iban con sus novias alquiladas, con nuestras
chicas del barrio, a las "Habitaciones", al mueblé (decían los mayores) más cercano de la plaza,
junto al Jamboree o en la calle Escudellers.
Tete Montoliu tocaba el piano y Gloria Stewart cantaba un blues, la cantante negra que más tarde sería falsamente involucrada por la policía franquista en un robo con homicidio. Los hijos de Gloria (como la llama Manuel Vázquez Montalbán en un poema del libro "Una educación sentimental”) a veces también venían a la Plaza Real con ella, la cantante.
Tete Montoliu tocaba el piano y Gloria Stewart cantaba un blues, la cantante negra que más tarde sería falsamente involucrada por la policía franquista en un robo con homicidio. Los hijos de Gloria (como la llama Manuel Vázquez Montalbán en un poema del libro "Una educación sentimental”) a veces también venían a la Plaza Real con ella, la cantante.
Y
fue pasando el tiempo, y llegó la transición política, y otros fueron a vivir a la
Plaza Real: Ocaña, Nazario, Lindsay Kemp, etc., y también el
arquitecto Oriol Bohigas, que transformó la plaza y la hizo más
dura, quitando los cuatro parterres y los bancos de piedra, quitando nuestra infancia..., pero
aquellos niños ya no estaban en la Plaza Real para indignarse por la falta de flores y jardines, y algunos habían muerto de mala manera y ya no pudieron volver a la Plaza Real, a la hoy Plaça Reial, con otra realidad.
II
Los
toreros que venían a torear a Barcelona se hospedaban en el "Hotel
Zurbano", hoy desaparecido, situado en una bocacalle de la Plaza
Real. Los domingos por la tarde, primero llegaba una calesa, con
cascabeles, que venía a buscar a los "picadores", que ya
iban vestidos con sus pesadas perneras de hierro sonando bajo las
arcadas. Después, el "maestro y su cuadrilla" se dirigían
a la Plaza de Toros en un coche negro, grande. Muchos vecinos
escuchaban la corrida por la radio. Al volver los toreros de la
Plaza, en la calle Zurbano y bajo las arcadas había muchos hombres,
algunas mujeres y un grupo de niños que esperaban a los toreros.
Sobre todo, esperaban con ansia ver a Chamaco, que regresaba al hotel
, siempre con su semblante serio, esquivo, con el traje de luces
ensangrentado, y acariciando alguna de las cabezas de los niños de
la Plaza Real que se le acercaban, admirados.
Hoy
lo recordamos, con sentimiento.
III
Hay
algunos vecinos del Barrio Gótico que aún recuerdan, en los años
franquistas, aquellas camionetas municipales (la "36", la
"37", la "38", una camioneta para cada grupo de
ciudadanos según el sexo y la edad, semejantes a las camionetas
"perreras", pero algo más grandes) que capturaban a los
niños y jóvenes -los más abandonados- que andaban sueltos y
jugando por la Plaza Real con los otros niños -los más
limpios.
También capturaban a los hombres y mujeres sin trabajo, sin casa, y otros "vagos y maleantes". Más tarde, los niños y los jóvenes volvían a la Plaza Real con la cabeza rapada, y eran admirados por los otros niños del barrio y jugaban juntos.
Eran niños y jóvenes blancos. Ahora, son chicos y chicas negras, a un lado y otro de las Ramblas mundialmente famosas y felices, turísticas.
También capturaban a los hombres y mujeres sin trabajo, sin casa, y otros "vagos y maleantes". Más tarde, los niños y los jóvenes volvían a la Plaza Real con la cabeza rapada, y eran admirados por los otros niños del barrio y jugaban juntos.
Eran niños y jóvenes blancos. Ahora, son chicos y chicas negras, a un lado y otro de las Ramblas mundialmente famosas y felices, turísticas.
IV
Hay
una juventud que aguarda, de Francisco Candel, fue uno de
los primero libros que algunos leímos.
Aún
andaban lejos Kafka, César Vallejo, Pavese, y más lejos aún Marcel
Proust, etc.
Por
lo menos, lejos de nuestro camino de juventud y aprendizaje
autodidacta en la Plaza Real.
V
El territorio de la infancia..., los primeros juegos en las calles, las primeras caídas, las primeras novias y novios, el primer encantamiento, la primera alegría, el primer fracaso..., en el lugar mágico, en el territorio único de la infancia.
El territorio de la infancia..., los primeros juegos en las calles, las primeras caídas, las primeras novias y novios, el primer encantamiento, la primera alegría, el primer fracaso..., en el lugar mágico, en el territorio único de la infancia.
La
calle en donde nacimos algunos..., y jugamos en la Plaza Real, y nos
caímos y nos rompimos el brazo o el pie..., y donde aprendimos a ser
novios y novias espiando a los marines simpáticos, con sus chicles (que
nos regalaban), dando la mano a sus novias alquiladas (cosa que aquí
nadie se hubiera atrevido a hacer), algunas eran hijas del barrio...,
pero como éramos niños y nadie había muerto aún en la familia,
jugábamos otra vez en la calle y éramos felices..., aunque hubiera
pocas fiestas y diversiones para nuestro padres.
Pero cuando la
muerte venía y entraba en casa..., salíamos a la calle más solos,
y cuando volvíamos a jugar ya era de otro modo, como si un ojo
estuviera más triste que el otro.
Fotografía de Suárez: "Plaza Real", un servidor con unos amigos, arrodillado de cara, jugando a bolas (no decíamos canicas), jugando a meco, hoyo o guá.
Esta fotografía la descubrí reproducida en el libro Guía de Barcelona, del escritor Carles Soldevila (Ed. Destino, 1951), muchos años después, cuando ya habían desaparecido de la Plaza Real los parterres, la Cervecería Vivancos, los bancos de piedra, la cantante Gloria Stewart, la infancia y algunos de aquellos amigos.
Tete Montoliu y Lou Bennett en el Jamboree.
Niños jugando a las canicas en la Plaza Real
La cantante Gloria
3 comentarios:
Es un texto aparentemente nostálgico- pero de actualidad-, tal vez sentimental- pero elegíaco, y finalmente una oda a la hermeneútica de lo cotidiano, veraz e insustituible.
Valentinus
La Plaça Reial ya no es nuestra, es un lugar para el negocio turístico, después del negocio inmobiliario y de las drogas que echó a mucha gente del barrio.
El "dret a decidir", también para las plazas y calles... ¡Ya está bien de vivir bajo las planificaciones y caprichos de otros!
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