LA
CONSTRUCCION DE UNA NACIÓN
III
Un
hombre esperó a otro en el portal, con una pistola en la mano.
Cuando estuvo a solo un metro de distancia, le espetó:
-¡Manos
arriba!-.
El
hombre apuntado por una pistola, movió lentamente un brazo, pero no
llegó a elevarlo. Luego, hizo la misma operación con el otro, pero
el fracaso fue todavía mayor: ni siquiera consiguió moverlo.
-Lo
siento –dijo-. Padezco de artrosis anquilosante, no
podré levantar las manos.
El
hombre que lo había apuntado lo miró con perplejidad al principio,
con asombro después.
-¿Y
está con un ataque agudo? –preguntó, con curiosidad, bajando la
pistola.
-Sí
–respondió el hombre que había sido apuntado. Nunca sé cuándo
puede atacarme, pero llevo varios días con dificultad de
movimientos.
-Yo
también tengo artrosis –dijo el asaltante, pero la mía todavía
no es anquilosante. ¿Qué analgésicos toma para el dolor?
Antes
de responder, el hombre asaltado dio un largo suspiro y le dijo:
-¿Puedo
sentarme en el último escalón? Me sería más fácil responder en
esa posición.
-Por
supuesto –dijo el asaltante. Me sentaré a su lado.
Ahora
ambos estaban sentados juntos, y la noche era oscura,
pero una farola amarilla los alumbraba suavemente.
-Verá
–explicó el anquilosante-. Me las arreglaba con antiinflamatorios,
pero me estropearon el estómago. Luego, me pasé a la lyrica (*),
pero creo que la lyrica es demasiado cara…y además, confunde a las
personas, las hace creer cosas que no existe… Y usted, ¿qué toma?
-Completamente
de acuerdo. La lyrica parece que alivia, pero después, el bajón, es
peor. Prefiero el Ibuprofeno –informó el asaltante. Pero cuando el Ibuprofeno no basta, no tengo más remedio que tomar cortisona…
Entonces se me hincha la cara y no duermo bien, pero el dolor
disminuye. Y además, la cortisona afecta la vista. Pero un mal nunca
viene solo… -comentó el asaltante.
-Además,
estoy en el paro y ahora hay que pagar una tasa por las medicinas…
-Seguro
que esperan que nos muramos todos –dijo el asaltante.
-No
exagere, hombre –respondió el anquilosante. Sólo esperan que se
mueran los pobres. Los pobres no sirven para nada y ocasionan gastos.
-¿Usted
cree que obtendría un empleo como asesino de pobres? Algo suave, no
hablo de pistolas como ésta.
-No
sea idealista, hombre-. Los pobres saben matarse solos y matarse
entre ellos. Les basta con la droga, que ha bajado mucho de precio,
con pasar hambre y contraer alguna enfermedad incurable...algunos
hasta se suicidan, pero no sale en los diarios, porque se considera
una mala noticia. Puede haber contagio.
-Curioso
–dijo el asaltante- ¿Y no hay contagio de crímenes?
-De
ninguna manera. Si usted ahora me matara, por ejemplo, la noticia
saldría en primera plana.
-Ahora
no tengo ganas de matarlo –dijo el asaltante. No me gustaría matar
a alguien que padece de artrosis anquilosante. Sé perfectamente cómo
duele.
-De
acuerdo. No me mate ahora. Comprendo su sentido de la
responsabilidad. ¿Y si nos tomamos un whisky en el bar, cuando abra?
Mata igual, pero lentamente, como el cigarrillo.
-Yo
no tengo ninguna prisa en morir –contestó el asaltante.
CRISTINA PERI ROSSI
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